México enfrenta varias urgencias que se acumulan una semana tras otra. La violencia que crece en Sinaloa, lo cual podría tener incluso repercusiones internacionales en la dinámica del crimen organizado trasnacional, por la aparente fractura del Cártel de Sinaloa. La devastación que enfrenta nuevamente Acapulco, por el impacto del Huracán John, el cual, a juzgar por las imágenes que circulan, podría haber destruido lo que se había recuperado después de Otis, y, de hecho, podría profundizar las pérdidas de todo lo que no se había logrado reconstruir.A pesar de que pasó la emergencia de la sequía de este 2024, los pronósticos indican que el próximo año tendremos nuevos escenarios de insuficiencia de agua en varias regiones, con los posibles estragos que ya se vieron en Monterrey, Guadalajara y en numerosas zonas metropolitanas de nuestro país; además de todo lo relacionado con la agricultura y las pérdidas que se generan para las y los pequeños productores, que son además los más pobres y los que acceden al menor número de apoyos.La violencia de género, la violencia sexual, la violencia en contra de las familias y en contra de los niños y las niñas; y otras formas de criminalidad del orden común, crecieron todas en esta administración hasta llegar a niveles inéditos y con récords que urge reducir de manera sustantiva, además de garantizar la no repetición y la reparación del daño a sus víctimas.Las desapariciones forzadas de personas continúan; no dejan de descubrirse fosas clandestinas; el drama de las amenazas y agresiones a las mujeres y familias buscadoras se ha recrudecido en los últimos años, y nada o muy poco ocurre al nivel de la política pública para revertir la situación.En la pasada administración se tomaron decisiones sobre la marcha ante problemas muy graves; y eso se debió a la prisa del ex presidente de la República por mostrar cambios estructurales que, ante varios de los fracasos sexenales, cubrió -eso sí, con mucha eficacia- a través del ejercicio retórico de todas las mañanas, lo que le permitió construir una narrativa que le blindó de la crítica social.Sin embargo, lo que se pudo verificar es que la prisa, sobre todo en lo que se refiere al Gobierno, ha sido y será siempre una muy mala consejera. El INSABI, la llamada “mega farmacia”; el “detente” durante la pandemia; “los abrazos y no balazos” en materia de seguridad pública, entre muchos otros ejemplos, muestran la necesaria mesura de quien gobierna y toma las principales decisiones de una nación.Lo que se ha visto a partir de la elección de la doctora Claudia Sheinbaum, ha sido una muy apretada agenda de numerosas giras donde acompaña a López Obrador. Y aquí, decir que le acompaña es literal; porque no se logró generar una percepción pública de que el país estaba ante dos figuras del mismo rango e importancia; sino antes bien, de una presidenta aún subordinada al ex titular del Ejecutivo Federal.Gobernar requiere de tiempo de reflexión, en lo que numerosos autores han denominado como “la soledad del poder”. Pero al parecer la doctora Sheinbaum no ha podido hacerlo. Y es altamente probable que, si a partir del 1º de octubre cede a la presión de las “exigencias de las redes sociales y la popularidad”, perderá un tiempo sumamente relevante para meditar y decidir cuáles serán las prioridades que asumirá.Tenemos un perfilamiento inicial de ello a partir de su programa para sus primeros 100 días; sin embargo, lo que está contenido ahí es un conjunto de acciones de continuidad del Gobierno, que no le dan un mensaje claro al país de cuáles serán los ejes estratégicos para los próximos seis años; y cuáles serán los objetivos y metas que se buscará conseguir rumbo al 2030.El país enfrenta demasiadas urgencias simultáneas; y para resolverlas, la prisa no puede ser ni criterio ni rasero. Lo deseable para México es una presidenta mesurada tanto en sus declaraciones como en sus decisiones. La garantía de los derechos humanos de las y los mexicanos depende de ello.