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Entre el mar y el desierto, un paraíso: La región vitivinícola del Valle de Guadalupe

Por: Maya Navarro de Lemus

Entre el mar y el desierto, un paraíso: La región vitivinícola del Valle de Guadalupe

Entre el mar y el desierto, un paraíso: La región vitivinícola del Valle de Guadalupe

En menos de un año visité, tres veces, el territorio de Baja California, y no deja de admirarme la belleza de la región, la calidez de su gente y la inmensidad de México que se hace presente en este brazo de tierra. Parece increíble que estando bordeada por mar casi en su totalidad, el setenta por ciento del ecosistema de la península sea desértico, y que, justo allí, en la región más Noroeste del Estado, entre los municipios de Tecate y Ensenada, se encuentre el Valle de Guadalupe, espacio vitivinícola fundamental donde, en casi cuatro mil hectáreas de tierra cobriza, se produce cerca del noventa por ciento del vino nacional.

La región tiene una gran historia, la actividad vitivinícola surge a principios del siglo XVIII, cuando, con la encomienda de evangelizar las nuevas tierras, los jesuitas comenzaron la construcción de misiones en el área. Una vez instalados, desarrollaron en el valle la ocupación que habían realizado por más de dos siglos, la producción del vino, iniciando así la vitivinicultura en la región.

Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, los dominicos continuaron con las labores inconclusas, administraron las misiones ya edificadas e incluso, entre 1780 y 1840, construyeron otras nueve misiones, de las cuales tres se cimentaron en la zona que hoy es conocida como La Ruta del Vino: la Misión de San Vicente Ferrer en el Valle de San Vicente; la de Santo Tomás de Aquino, fundada por el padre Fray José Loriente en el Valle de Santo Tomás y; la de Nuestra Señora de Guadalupe, en el Valle de Guadalupe.

En el año de 1888, después de una serie de sucesos, La Misión de Santo Tomás de Aquino que había sido abandonada en 1849, fue recuperada por Francisco Andonaegui y Miguel Ormart quienes fundaron oficialmente la primera vinícola de Baja California: “Bodegas de Santo Tomás”. Con esto comenzó, incipientemente aún, el desarrollo de la industria vitivinícola en la península.

Otro suceso que inevitablemente incorporó valor cultural a la actual Ruta del Vino, fue la llegada de los rusos al Valle de Guadalupe. Al principio cultivaban trigo y cebada para el consumo familiar y para pagar las deudas que habían adquirido por la compra de los terrenos. Sin embargo, por las sequías y el empobrecimiento de la tierra, se vieron obligados a experimentar con otros cultivos. Hacia el año de 1917 se plantó el primer viñedo ruso en el Valle de Guadalupe. Para 1950 existían cerca de 12 casas vitivinícolas en Baja California. Las empresas que producían vino de manera industrial eran las bodegas: Santo Tomás, Miramar, Terrasola y Urbiñón en los valles de Ensenada; Vinícola Regional, Bodegas Cetto y Murúa Martínez en Tijuana; y Rancho Viejo, La Providencia y Vinícola de Tecate, en Tecate. Desde entonces la producción de vino se convirtió en la principal actividad socioeconómica en los valles de Baja California. Entre 1960 y 1970 se establecieron las grandes empresas vitivinícolas, Bodegas Miramar, Casa Domecq y L.A. Cetto; para 1980 y 1990 se dio el crecimiento de casas vitivinícolas más pequeñas como Monte Xanic, Cavas Valmar, Vinos Roganto, Chateau Camou, Barón Balché, Viñedos Lafarga, Paralelo, Casa de Piedra, Villa Pijoan, Villa Montefiori, Adobe Guadalupe, Pasionbiba, Vinos Shimul, Bibayoff, Vinícola Don Juan, Vinos Sueños, Vinícola JC Bravo. En la región de la Ruta del Vino confluyen las historias de las comunidades indígenas de Baja California, las tradiciones de los rusos molokanes, las misiones jesuitas y su herencia para la industria vitivinícola actual.

La región del Valle de Guadalupe es un sitio privilegiado en el mundo para la producción de vino.


El italiano Francisco Andonaegui y el español Miguel Ormart poseían un almacén en Ensenada, General Merchandise, donde se descargaban unas cuantas cajas de vino del rancho Los Dolores. Además, ofrecían líneas de crédito a los habitantes de la región. Fueron los primeros en llevar agua potable y una planta eléctrica a la ciudad. Marcaron el inicio de la banca en la región y fundaron la CANACO.

Para dimensionar la importancia de la producción de vino, se debe mencionar que, en esta zona, existen alrededor de 138 empresas vinícolas, que en conjunto, en 2017, registraron una producción estimada de 18 millones de litros de vino de las uvas Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Chenin Blanc, Tempranillo, Merlot, Nebbiolo, Red Globe, Rubi Cabernet, y Grenache.

Antes de la llegada de los españoles, en México, ya había uva, pero los habitantes desconocían el vino, que desde su arribo gozó de gran aceptación y poco a poco dejó de ser únicamente utilizado en misas, por los reyes o por la gente de poder. Gracias a esa aceptación, la calidad de la uva y por consecuencia la del vino, se incrementó considerablemente alcanzando gran fama, tanta, que en 1595 el Rey Felipe II prohibió el cultivo de las uvas y la producción de vino en México, pues el vino mexicano era el mayor competidor de la producción española.

Las casas productoras de vino de la región, han recibido más de 300 premios internacionales. Y no es de asombrar, ya que algunos de los vinos que se ofrecen son de un excelente sabor y factura. Sea tinto, rosado o blanco sus colores son brillantes y sus sabores jóvenes, invitan a seguir degustando y conociendo la producción de las casas.

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