Para un migrante ilegal, entrar a Estados Unidos es más difícil que pasar por el ojo de una aguja. No se construyó el muro de Trump, pero hay miles de soldados y policías; nuevas tecnologías y drones voladores en la frontera con México… además de una xenofobia bipartisana. En el territorio mexicano el infierno es de otro tipo, con diferentes diablos. Aquí existe el trato “humanista”: extorsión de las autoridades, violencia de los grupos de crimen organizado y debilidad institucional.Es patente la rudeza de la alianza mexico-estadounidense para tratar a los migrantes, pero ésta no basta para frenar el flujo migratorio. Las fuerzas expulsoras son poderosas en los países de origen: Honduras, Guatemala, Nicaragua, Venezuela, Cuba y México. Es la falta de oportunidades económicas y la violencia. Es también la fuerza de atracción de Estados Unidos. Sigue vivo el mito de que ese país es la “tierra prometida”. Un lugar donde se puede ganar 10 o 20 veces más que en el lugar de origen. Un país donde hay mucha violencia antimigrante, pero mucho menor de la que hay en los lugares de origen, con la excepción de Cuba. En la isla “sólo” hay pobreza y falta de libertades.Los números gritan: entre marzo de 2020 y diciembre del 2022, Estados Unidos deportó a cinco millones 88 mil personas. El 2022 fue un año con cifras extraordinarias. Fueron dos millones 578 mil detenciones de migrantes, de los cuales 31% fueron mexicanos, más o menos 860 mil personas.Somos un país de gente que migra. En un mundo ideal, eso significaría que tendríamos empatía y simpatía por los migrantes que pasan por nuestro territorio. En el mundo en que vivimos, las cosas son de otro modo. En 2022 rompimos el récord de detenciones a migrantes que estaban en México en situación irregular. Fueron 444 mil 439 detenidos, de los cuales 97 mil son de origen venezolano, prófugos de la distopia bolivariana que tan bien administra Nicolás Maduro. Las detenciones de 2022 en México fueron 44% superiores a las de 2021. El incremento se explica porque llegaron más personas y también porque aumentó la “productividad” de los caza migrantes.Las condiciones de los que aspiran a entrar a EU son cada vez peores. Siete de cada 10 utilizan los servicios de los polleros. Estos cobran cuotas que van de los cuatro mil 500 a los 10 mil dólares. Este precio es entre 30 y 50% superior al que había a principios de la década. Es la inflación, atizada por la entrada al negocio del crimen organizado y el endurecimiento de las políticas gubernamentales en México y Estados Unidos.No se detendrá el flujo, mientras siga creciendo la brecha entre las condiciones de vida de América Latina y Estados Unidos. El caso de México es emblemático o sintomático. En la segunda mitad de la década de los 90 llegó a “enviar” medio millón de personas por año. Luego se estabilizó en torno a los 200 o 300 mil en la primera década de este siglo y tuvo un periodo de regreso a México de casi un millón de mexicanos, entre 2010 y 2019. El dato de las 860 mil detenciones en 2022 deja claro que estamos viviendo otro momento de migración masiva. Los factores económicos siguen siendo fundamentales para explicar el nuevo éxodo, pero no podemos dejar fuera las cuestiones relacionadas con violencia e inseguridad. La mejor prueba de esto es el enorme peso que tienen los estados más violentos de México en la lista de mayores emisores de migrantes.¿Cuántas personas lograron eludir los controles y pasar a EU? Imposible saberlo. En 2019 se hablaba de 11 millones de mexicanos indocumentados, pero no hay cifras sobre cómo se ha movido ese número desde entonces. Los que logren llegar se encontrarán con una población mexicana y mexicano-estadounidense empoderada. La presencia mexicana es notable y creciente en la política, la cultura y la economía. La masa salarial de los trabajadores mexicanos residentes en Estados Unidos equivale a 35 mil millones de dólares mensuales (de los que menos de 20% se convierten en remesas). Los 39 millones de estadounidenses de origen mexicano generan un PIB que supera el billón y medio de dólares. Si fueran un país, tendrían la segunda economía más grande de América latina, sólo superada por Brasil.La economía de los latinos y los mexicano-estadounidenses crecen a una mayor velocidad que el PIB de EU. Eso es excelente para ellos, pero no se traduce en mejor trato a los migrantes. No es raro que las segundas y terceras generaciones de mexicanos en Estados Unidos apoyen agendas republicanas radicales anti migrantes. Hay solidaridad, pero también rechazo y rudeza. Eso es una realidad, ¿qué hacemos para que la nueva generación de migrantes pueda pasar por el ojo de la aguja?lmgonzalez@eleconomista.com.mx