De todo lo que leemos, lo único que nos importa es aquello que tiene que ver con nosotros, lo demás es lo de menos. Por eso, conocer la obra de dos de los grandes de la literatura que, por casualidad, murieron el 23 de abril de 1616, como le pasó a Miguel de Cervantes Saavedra en su casa de Madrid y William Shakespeare en la suya de Stratford-upon-Avon en Inglaterra, nos permitirá explorar mejor el camino andado.El encuentro más significativo entre estos dos gigantes fue la lectura que hizo Shakespeare de la Primera Parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, traducida al inglés por Thomas Shelton, disponible en Inglaterra en 1612 cuando Shakespeare, en su retiro, aceptó colaborar con John Fletcher para montar una obra de teatro basada en la historia de Cardenio que Cervantes narra en los capítulos XXIII al XXXVII de Don Quijote, para estrenarla en el Palacio Real de Londres el 15 de mayo de 1613.Con la obra de Cervantes podemos reflexionar, entre otras cosas, sobre la dificultad para ver la realidad tal como es, como le pasó al caballero andante en varias ocasiones y, en esta historia, cuando confundió los cueros de vino con el gigante Pandafilando de la Fosca Vista y terminó haciendo un desastre; o si consideramos el valor de la fidelidad de su escudero y el amor del Caballero de la Triste Figura por su señora, Dulcinea del Toboso, entre otras cosas que tienen que ver con nosotros. Si imaginamos la obra de teatro que escribieron Fletcher y Shakespeare inspirados en la historia de Cardenio en esos capítulos de Don Quijote, podríamos tomar en cuenta la moraleja de esa historia, para que no volvamos a presumir de nuestra pareja porque, como podemos ver, tiene serias consecuencias, como las tuvo Cardenio quien, “alabó la hermosura, donaire y discreción de Lucinda, de tal manera que sus alabanzas movieron en don Fernando los deseos de ver a una doncella con tantas buenas partes adornada”.En las biografías de Cervantes y Shakespeare encontraremos varios puntos de desencuentro -como si fueran unas Vidas perpendiculares como las que escribió David Huerta (QDP) para La Plaza-, pues vivieron y escribieron en dos reinos enemistados durante toda su vida. Sin embargo, se encuentran en un punto, pues los dos leyeron a los clásicos de la antigüedad y, por eso, citan o desarrollan a varios personajes y situaciones tomadas de Homero, Ovidio, Plutarco, Dante o Virgilio, entre otros. La historia de Cardenio empieza una vez que Don Quijote había liberado a los galeotes y éstos apedrearon al caballero y a su escudero hasta dejarlos tirados en el suelo en pelotas, antes que Sancho le propusiera a su amo internarse en la Sierra Morena para evitar que los encuentre la Santa Hermandad. Resulta que ahí estaba Cardenio, quien les cuenta esa historia que luego complementa Dorotea para que Fletcher y Shakespeare escribieran su obra de teatro. Cuando el cura y el barbero descubren a Dorotea y ven como se peinaba su rubia cabellera con los rayos de sol sin el disfraz de paje, le piden que les ayude a rescatar a Don Quijote. Ella propone ser la princesa Micomicona para que el Caballero de la Triste Figura la libre de las amenazas del gigante. Todo esto lo cuenta Cervantes en catorce capítulos en donde menciona a otros personajes y situaciones que Shakespeare también las había tratado en sus obras de teatro o en sus poemas líricos, de tal manera que podemos contrastar esos encuentros, conociendo las dos caras de la misma moneda, pues “el fin mejor que se pretende en los escritos, es enseñar y deleitar juntamente”, como decía Cervantes.Vale la pena volver a estar un rato saboreando las barbaridades de Don Quijote, ahora en la Sierra Morena, y poder contrastar lo que estos dos gigantes escribieron de tal manera que aprovechemos las aguas frescas y torrenciales de estos dos escritores cuyas obras son un paradigma de la literatura.