Debo confesar que me ha sorprendido el alcance de los movimientos feministas #MeToo y #Time’s Up. No porque no creyera en ellos, al contrario, sino porque creo que el machismo, el secretismo y el abuso por sistema están tan arraigados en la sociedad, que un movimiento más, un movimiento menos, no cambiarían la jugada. Escéptica sí, mucho. Perdón.Además, lo dije en una columna anterior; #MeToo y #Time’s Up pusieron en el candelero el tema del abuso y las agresiones en estructuras de poder de la industria cinematográfica. Sin embargo, me parecía alto peligroso que por alguna esquina se desabotonara una caza de brujas. Para poder ser justos, en general, se requiere de cierta madurez… Cómo un par de movimientos nacientes podrían tenerla…Es obvio que en materia de equidad de género vamos atrasados (sólo veamos México) y para que exista esta paridad, debemos aceptar y madurar muchas cosas (como por ejemplo, que las mujeres estamos acostumbradas a callar incluso en nuestras familias).En fin, #MeToo y #Time’s Up podían quedarse en el trending topic de las caras famosas de Hollywood o provocar, como lo han hecho, mayor visibilidad al trabajo del género femenino y poner el reflector en la injusticia aceptada por deporte en el mundo del arte.Se vive en el área del séptimo arte internacional una especie de era “Post-Weinstein” –de hecho así lo mencionan algunos medios–, en la que los grandes titanes pueden caer a la menor provocación.Mujeres poderosas levantaron la voz, poniendo el dedo en la herida: Natalie Portman, Cate Blanchet –hoy presidente del jurado del Festival de Cannes- y actrices como Meryl Streep se subieron a la tribuna, demostraron empatía hacia las víctimas de abuso, consciencia temática y poco después, hubo una especie de resurgimiento mediático de casos como el de Polanksi –quien confesó que abusó de una chica de 17 años en 1977-, así como del tema Woody Allen. Cualquier error o delito del pasado, incluso que hubiese prescrito, podía resurgir y llevar a la silla de los acusados a cualquiera, tal ha sido el caso de Bill Cosby. Este actor era no sólo el “Padre de América”, sino la figura intocable de Estados Unidos, un país que lo idolatró por décadas.Ayer se inauguró la edición número 71 del Festival de Cine de Cannes –no exento de polémica por el tema Netflix- con dos aristas importantes: la proyección inaugural de “Todos lo saben” del iraní Asghar Farhadí, un filme en español protagonizado por Penélope Cruz y Javier Bardem, así como el toque feminista que le da la australiana Cate Blanchet como presidenta del jurado.Cannes será siempre punta de lanza en materia de festivales. Veamos qué sucede con Bill Cosby.