Creo que el título más adecuado para esta columna debería ser “¿En qué creemos los jóvenes?”. No te rías, no es un chascarrillo. Debido a que la ciencia ha prolongado el término medio de vida de mujeres, varones y una larga lista de modalidades de género, y pese a que algunos andemos arrastrando las “paturrias”, pienso que la juventud prevalece mientras puedas ser parte del mundo de las ilusiones. Me explico. Desde tiempos remotos, la humanidad ha soñado y luchado por obtener satisfactores, tangibles y no, que dignifiquen las condiciones de vida y nos generen orgullo. Alcanzar la libertad, llegar a la luna, explorar el fondo marino, inventar medicinas y desarrollar nuevas técnicas y tecnologías para curar nuestras enfermedades, entre muchas otras acciones, posibilitaron la evolución de nuestra especie, honrando así nuestra condición de seres inteligentes. Esa actitud y la capacidad de renovación del quehacer humano en todos los órdenes, es lo que llena de sentido nuestras vidas. Mientras las conservemos, seremos jóvenes.En los siglos precedentes, las motivaciones que impulsaron a nuestros ancestros para alcanzar mayores niveles de bienestar se identifican con conceptos como libertad, igualdad, soberanía, justicia, equidad y democracia, entre otros. Ahora bien, hoy día, ¿cuáles son las causas que, individual y colectivamente, nos convocan y comprometen para construir un mundo mejor? ¿Cuáles son nuestras inspiraciones?Se da por hecho que, ante la preeminencia de un egoísmo avasallador, sólo nos mueven los apetitos personales. El prurito de poseer bienes materiales, disfrutar de la buena vida, el confort o entregarnos al placer, inhibe nuestro involucramiento social. El “yo” no deja espacio para el “nosotros”. Sin embargo, he encontrado, platicando con jóvenes amigos de ambos sexos, una serie de preocupaciones que reflejan un compromiso explícito con la vida en comunidad. Temas como la preservación del medio ambiente, la consolidación de un sistema de oportunidades que propicie la equidad y un futuro digno para todos, están en la agenda de millones de personas. La corrupción, el secuestro y la violencia ocupan un lugar importante en nuestras preocupaciones.Si permitimos que se imponga la voluntad de una persona por encima de los intereses de la colectividad, aceptaremos el yugo de la esclavitud. No tomemos nada por hecho. Si no asumimos la responsabilidad de elegir a gobernantes idóneos, pagaremos caro nuestro error. La libertad de pensar y creer, la justicia social y la propiedad privada producto del esfuerzo individual, se encuentran en riesgo bajo un argumento falaz: “primero los pobres”. Desterrar la pobreza y todas las formas de explotación, ¡claro, que es prioritario!, pero regalar el dinero público indiscriminadamente y con propósitos electorales es inmoral. Se está hipotecando el futuro de las siguientes generaciones.Aunque lejos quedaron los años en los que se luchó por la libertad, es imperioso defenderla todos los días y en todos los lugares. Distraídos en temas irrelevantes, estamos cediendo nuestra voluntad a poderes fácticos. ¡No dejemos de soñar, creer y trabajar por un destino venturoso!Dado que tomaré unas merecidas vacaciones, la columna reaparecerá nuevamente el 16 de octubre.