Lunes, 25 de Noviembre 2024

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En las pantallas y en las ciudades

Por: Luis Ernesto Salomón

En las pantallas y en las ciudades

En las pantallas y en las ciudades

Veníamos por el camino sinuoso de la agitación impulsada por la exaltación de nacionalismos, odios raciales y otras manifestaciones de inconformidad social, cuando nos sorprendió la pandemia. En esa ruta de curvas peligrosas, la tensión entre China y Estados Unidos provocaba mayor incertidumbre en los mercados globales. El estado democrático de derecho mostraba signos de agotamiento ante el uso de instrumentos de manipulación de la opinión pública. Se debatía sobre la agitación en diversas partes del mundo que unía voces que parecían disonantes: en Hong Kong aparecieron los paraguas en pro de la independencia de China, en París los chalecos amarillos para protestar por políticas de energía, en Irán los rostros femeninos para expresar la voz de las mujeres oprimidas o en Chile los gritos a coro para exigir políticas eficientes. Estos movimientos expresan la frustración de personas insatisfechas ante las expectativas de mejora, progreso, o justicia.

La pandemia no ha detenido aquella inconformidad sino sólo ha contenido su expresión. La realidad que se transmite prácticamente en línea en todo el mundo permite compartir indignación, alimenta la inconformidad contenida y estimula la agitación. Las manifestaciones de inconformidad por la muerte de George Floyd a manos de la Policía de Minneapolis expresan esa frustración contenida y se han convertido en sólo unos días en los hechos sociales más relevantes en los últimos años en Estados Unidos. En unas cuantas horas las escenas de agitación surgieron en Atlanta, Nueva York, Los Ángeles y otras ciudades donde no parecen estar involucrados los liderazgos tradicionales.

Ante la ira contenida, estas demostraciones son símbolos de un tiempo agitado.

Mucho del combustible que alimenta la ira proviene de las estrategias de polarización que son promovidas desde las esferas políticas como de las medidas impuestas o consentidas para intentar contener la velocidad de la expansión de la pandemia. Parece que estamos entrando a una etapa de mal tiempo en la carretera sinuosa.

Los hechos en otros partes del mundo son aleccionadores para la región latinoamericana que se enfrenta a dificultades económicas sin precedentes en casi un siglo, y especialmente para México, que además lidia con un problema sistémico de inseguridad y justicia. Es necesario estar atentos porque las comunicaciones globales permiten saber lo que sucede y transmitir sentimientos tanto de solidaridad como de indignación que pueden alimentar la frustración.

Es revelador que se hable en el mundo de una nueva normalidad que implica privaciones y molestias de gran importancia para las personas, que ahora se justifica por la emergencia sanitaria, pero que genera tensión evidente. Que al mismo tiempo se alimenten polarizaciones geopolíticas entre potencias y se estimule la polarización política en las naciones. La coincidencia de estos factores es alimento para estrategias políticas calculadas, pero puede ser una fuente que alimente el deseo de expresar la frustración que ha traído la exaltación del odio, la pandemia, las restricciones y la injusticia, que vemos todos los días en las pantallas y en las ciudades.
 

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