Tengo que empezar diciendo que me gustan más las formas de las renuncias (cada día más frecuentes) de los altos funcionarios del Gobierno de la autollamada cuarta transformación, que hacen públicos sus motivos en las “benditas redes sociales” y luego se van a su casa en medio de la polémica desatada y que debe encarar su ex jefe el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.Antes de la 4T, las renuncias provocadas por diferendos como la de ayer, o los ceses fulminantes que se disfrazaban de retiros voluntarios, las anunciaba el Presidente en actos protocolarios donde al que se iba se le colocaba a su izquierda y se le agradecía todo su legado y al que llegaba, se le ponía a su derecha y se le alababa por su trayectoria. Todos calladitos y alineaditos en el presídium.En la 4T el que se va publica su carta de renuncia, en la que reparte acusaciones, y luego el Presidente les reclama sus titubeos y su incomprensión al cambio, para luego revelar el nombre del sucesor. Cada quien por su lado.Me parece que esta última fórmula, en la que la ropa sucia no necesariamente se lava en casa, es menos acartonada e hipócrita, y abona más a la transparencia y a entender las tensiones y los conflictos internos que hay en todo Gobierno.Eso en cuanto a la forma. Vayamos ahora al fondo, donde está lo preocupante.La durísima carta de renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se puede interpretar como una respuesta tardía a las acusaciones que hace mes y medio le hizo Germán Martínez, cuando renunció a la dirección general del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), y en la que le reclamó políticas presupuestales neoliberales que estaban asfixiando a esa institución en detrimento de la salud de los mexicanos.Urzúa aprovechó ayer su salida para revirar al argumentar que se fue por considerar inaceptable la imposición de funcionarios que no saben de Hacienda Pública y que los promueven personajes influyentes del lópezobradorismo que caen en claros conflictos de interés. Y lo más grave, por las decisiones de política pública sin el suficiente sustento, sin base en evidencia, sin pensar en los efectos que pueda tener y con extremismos, ya sea de derecha o de izquierda.Los tonos y reproches de ambas renuncias hablan de las tensiones y disputas internas que hay en el equipo de AMLO y el déficit de liderazgo político que pudiera estar asomando ya de él como líder para mantener los equilibrios internos sin que le estallen los conflictos.La salida de Urzúa además profundiza la incertidumbre que en materia económica siempre ha representado para los mercados el Gobierno de AMLO, y lo obliga, como pidió ayer la Coparmex, a deslindar responsabilidades por los conflictos de interés señalados, y junto con el sucesor Herrera, demostrar que las decisiones tomadas sí tienen sustento y que en las que no, hay voluntad de corregir.jbarrera4r@gmail.com