Domingo 11 de noviembre de 2018. Cuarta y última corrida de este año en la Plaza de Toros Nuevo Progreso, con una entrada de tres cuartos de plaza, para presenciar la despedida del torero jerezano Juan José Padilla, alternando con el francés Sebastián Castella y Joselito Adame. Los toros fueron de la ganadería de San Miguel de Mimiahuapam, en general de buena presencia, pero diluidos de bravura. Si bien los toros fueron al caballo, no metieron la cabeza en el capote ni en la muleta, pues carecieron de la necesaria embestida para que se pudiera fraguar el arte del toreo, aunque hubo destellos.Invirtiendo deliberadamente el orden de los alternantes, comenzaré por decir que a Joselito Adame le tocó el peor de los lotes. Pero eso no justificará jamás la displicencia con que llevó la lidia de sus dos toros. La nula entrega y la falta de hambre. Para empezar, vistió un chaleco de color distinto al del resto del traje, afeando lo que es tan importante: la presencia del torero. Sus banderilleros fueron un desastre, dejaban al paso una banderilla por par, y además mal colocada. Él anduvo por el ruedo como ausente, fue abucheado en sus dos toros, a los que nada les intentó, a pesar de la dificultad. Al primero lo mató con bajonazo, y al segundo saliéndose de la suerte, sin arte ni técnica. Mala tarde.Sebastián Castella hizo, a su primer toro, la mejor faena de la tarde. Toreó con cadencia en las verónicas. En el centro del ruedo hizo un quite por chicuelinas, rematado con revolera del altísimo arte. Brindó su faena a Juan José Padilla, la que inició toreando por estatuarios, sin moverse, transmitiendo miedo y emoción a los tendidos. Luego de dos pases de desdén, y dos tandas de derechazos culminadas con pases de pecho lentísimos, toreó en redondo para construir una faena pletórica de belleza. Si bien al matar en la suerte natural, la estocada quedó caída, por lo que no recibió la oreja, el público se volcó en una ovación en su salida al tercio. Las orejas importan, pero la faena es la que toca el corazón.Juan José Padilla, el andaluz de Jerez de la Frontera, ciudad colindante con Granada, la de Agustín Lara. Bahía de Cádiz, con su Señora de la Merced, el Valle del Guadalquivir, río que lleva las aguas por Andalucía. Lugar del vino, del caballo y del flamenco, de José Mercé cantando al alba, de Lola Flores amada por Umbral. Tierra de múltiples culturas y religiones antiquísimas, tan cerca de África, bañada por el vino de jerez. Comarca en la que suena la guitarra por la noche enamorando al toro de la luna. Tierra de Belmonte y de Joselito El Gallo: tierra de toros, de rivales y de amores que perdurarán por siempre.Con todo aquello en el alma salió a torear Juan José Padilla, y a sus dos toros les cortó una oreja por petición del público. Al primero lo toreó en farol de rodillas, y con la muleta buscó los pases con los que pudiera torear al toro que no embestía; flexionaba su pierna para llevarlo de largo, bajándole la mano, y volviéndolo a citar para el pase de pecho. Con el segundo, de reserva, a base de esfuerzo se fue metiendo en los terrenos del toro, y lo toreó con enjundia a pesar de la dificultad.Antes del paseíllo, Padilla hizo una cruz en la arena. Un hombre creyente y de gran calidad humana. Vaya usted conDió, entrañable Ciclón de Jerez.