La relación de muchos escritores con su terruño se da con grandes diferencias. Por razones varias, muchas muy entendibles, suelen sucumbir a la atracción de las grandes capitales. Entre los jaliscienses, un buen número de ellos han pasado la mayor parte de su vida fuera de sus lugares de origen y han muerto lejos de ellos: Rulfo, Yáñez, Gómez Robledo, José Luis Martínez, Carballo, Alatorre y un largo etcétera. Sus relaciones con Jalisco fueron diversas, en ciertos casos no exentas de un dejo de reproche o desdén. Posiblemente el que entre ellos haya tenido una relación más cargada de afecto y nostalgia por su Guadalajara natal fue Antonio Gómez Robledo. En su elogio a Agustín Yáñez escribió: “bajo su cielo azul y en su ancha planicie, abierta a todas las lejanías, a todos los horizontes cálidos, luminosos, vigilia constante del espíritu, transcurrió nuestra infancia y primera juventud”. Tambíen solía citar a François Mauriac, otro gran devoto de su terruño, que afirmaba: “tengo provincia”, y que escribió “es la vieja provincia la que nos salvará”.Pero suelen ser más bien la excepción los intelectuales o artistas importantes que, pese a cualquier inconveniente o limitación, se aferran a su patria chica y viven y mueren en ella, lejos de los honores y las ventajas del centro. Y todavía menos quienes en su arte se construyen a partir de ese territorio un mundo propio e inconfundible. Esto no implica en absoluto que no sean cosmopolitas, que no estén conectados con la creación y el pensamiento allende su paisaje nativo; muchas veces al contrario.Un ejemplo de ese alto refinamiento provinciano, de esa identidad sin resentimiento es el escritor español José Carlos Llop (Palma de Mallorca, 1956),* que con igual felicidad ejerce como novelista, ensayista, diarista, traductor y poeta. Además es el cronista y el bibliotecario de su ciudad. Se pueden hallar en internet los artículos que publica en distintos periódicos y revistas, que son siempre elegantes, impecables, amables e inteligentes, como su autor. Escribe lo mismo en castellano (la mayor parte de sus textos) que en el catalán mallorquín, pero nunca se ha montado en la chocantísima ola de fantasías catalanistas que tanto ha dañado a esas comarcas. Buena parte de su narrativa ha sido traducida a otras lenguas, y en Francia ha recibido premios importantes. Vale la pena leer cualquier libro de Llop, aunque difícilmente se consiguen en las librerías de este país. Entre sus muchos méritos está desarrollar una obra personal que sólo atiende a sus propios intereses (muchos y muy amplios) y no a los del público y el mercado.Llop representa la más alta civilización de su isla, del Mediterráneo, de Europa. Como afirma de sí mismo, “soy un escritor insular; la isla predetermina y determina. Te obliga a crear tu propia tradición, a inventarte tu árbol genealógico… ahí pueden estar desde Brodsky a Cavafis, desde Durrell a Robert Graves. Está el Mediterráneo entero, que es en realidad nuestro territorio literario…”***https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Carlos_Llop ** https://elcultural.com/jose-carlos-llop-soy-de-un-mundo-antiguo-que-no-sabe-de-redes-y-no-vivo-mal-en-el