En una manifestación más de su ingenio y capacidad de organización, el movimiento feminista de Guadalajara, organizado a través de la red Yo Voy 8 de Marzo, y en compañía de las familias víctimas de feminicidio, instaló la Antimonumenta en recuerdo de las miles de víctimas de la violencia machista y al mismo tiempo renombró la antigua Plaza de Armas como Plaza Imelda Virgen, en memoria de esta universitaria asesinada.Un acto aparentemente sencillo como es instalar un símbolo que exige que no sea asesinada ni una más, en realidad demuestra la complejidad material y logística de llevar una idea política a concretarla materialmente: instalar la Antimonumenta en la plaza púbica.Implica las reuniones donde nació la idea, la planeación, la cooperación para reunir los recursos materiales para hacerla posible, el recorrido en calles y plazas para diseñar el momento de su instalación, la red de seguridad para cuidarse y la suma de voluntades para de manera organizada terminar por levantar la Antimonumenta. Detrás de todo este esfuerzo organizativo se demuestra la potencia y el tamaño del movimiento feminista en la zona metropolitana de Guadalajara y en otras ciudades de Jalisco. La potencia feminista ya se había manifestado con toda su fuerza en la histórica marcha del 8 de marzo pasado con la manifestación de más de 40 mil mujeres que llenaron las calles y avenidas, antes de congregarse en la Glorieta de los Desaparecidos. Ningún otro movimiento o corriente política antisistémica ha conseguido tanto como el movimiento feminista en los pasados diez años en Jalisco (y en México). Ni el sindical independiente, ni la izquierda no partidaria, ni el zapatismo urbano, ni el movimiento socioambiental, mucho menos la izquierda tradicional, tampoco (lamentablemente) el movimiento de las familias que tienen desaparecidos. Todos tenemos mucho que aprender del potente movimiento feminista que en apenas unos años ha logrado las movilizaciones políticas independientes, autónomas, no pagadas, más importantes de la historia de la lucha social en Jalisco. Detrás de cada marcha el 8 de marzo o cada 25 de noviembre, de cada performance, de cada iniciativa desplegada como los tendederos o el MeToo en escuelas y universidades, o el acompañamiento a víctimas de violencia machista o desaparición revela una capacidad de organización, de trabajo, discusión y producción de iniciativas y acciones políticas de parte de las distintas colectivas que conforman esta red en movimiento. Creo que todos los movimientos y corrientes situados más allá de los partidos tradicionales y de la política liberal, es decir desde el campo antisistémico, necesitamos aprender de cómo se organizan, cómo estudian, cómo piensan sus acciones el movimiento feminista. Tenemos que aprender de ellas tanto para el cambio de las relaciones cotidianas como de las relaciones sociales. Más allá de incidir con fuerza en el espacio y las discusiones públicas, uno de los logros más visibles del movimiento feminista es el cambio ya inmediato, presente, actual en la subjetividad política de miles de mujeres en Jalisco. Gracias al movimiento feminista miles de jóvenes tienen otra actitud frente al patriarcado, frente a la violencia machista y todos los “microachismos” cotidianos, desde los piropos, hasta los acosos públicos y privados. Militantes de la lucha de las trabajadoras de la industria electrónica han contado que encontraron en el feminismo lo que en el movimiento obrero independiente no le pudo dar y no iba a encontrar: un sentido de afirmación y seguridad gracias al feminismo. La instalación de la Antimonumenta en la Plaza Imelda Virgen (antes de Armas) es la más reciente muestra de esta potencia feminista que nos hace tanto bien a todos los que pensamos que otro mundo es necesario y posible. rubenmartinmartin@gmail.com