El 2 de octubre de 2013, en la conmemoración de los 45 años de la Noche de Tlatelolco, cuando se reprimió el movimiento estudiantil por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz en la Plaza de las Tres Culturas en la Ciudad de México, episodio que marcó el inicio del principio del fin de la era del PRI y que desembocó en la primera alternancia en el poder en México 32 años después con la llegada al poder del PAN y Vicente Fox en el 2000, entrevisté en radio al extinto Luis González de Alba, uno de los líderes estudiantiles mas destacados, preso 3 años en Lecumberri por ser parte del Consejo Nacional de Huelga y quien encabezaba, junto con otros dirigentes, la marcha en la que se infiltró el llamado Batallón Olimpia para disparar a militares y policías y justificar así la agresión a los manifestantes que dejó cientos de muertos, heridos y desaparecidos.Esa charla con Luis fue en el México del primer año del priista Enrique Peña Nieto, quien quiso pacificar el convulso país que le entregó el panista Felipe Calderón, simplemente desnarcotizando el discurso no hablando de la delincuencia organizada ni de la inseguridad en el país, lo que evidentemente no ayudó a cumplir ese compromiso como tampoco lo ha hecho Andrés Manuel López Obrador, al que con su política de abrazos y no balazos le ha hecho crisis como a nadie el problema de la criminalidad en muchas regiones del país. Ahí me habló, entre otras cosas, de lo que veía como el Síndrome del Tlatelolco que paraliza a las autoridades y sus cuerpos policiales y castrenses para hacer frente a grupos que desafían a la autoridad y agreden a miles de mexicanos por el miedo de aparecer como gobiernos represores. Este Síndrome vino nuevamente el fin de semana tanto en Guerrero como en Michoacán con la reaparición violenta de los estudiantes de Ayotzinapa queriéndose apoderar de una caseta de peaje en la autopista del Sol en Guerrero, y de los maestros de la CNTE buscando bloquear las vías del tren, que agredieron impunemente a los cuerpos policiales y a elementos de la Guardia Nacional.Si bien cumplieron haciendo una efectiva labor de contención sin caer en abusos y excesos de fuerza, es claro que la instrucción es no ejercer el monopolio legitimo que tiene el Estado ante quien transgreda la Ley, e incluso no aplicar la justicia a los responsables como lo demuestra el hecho de que liberaron a cinco normalistas detenidos en los desmanes de la caseta de Palo Blanco. Y más aún con las desafortunadas declaraciones de la alcaldesa morenista de Acapulco, Abelina López, quien dijo que no se debe criminalizar a un movimiento al que no se le puede culpar de haber lanzado como proyectil un tráiler previamente secuestrado, porque no llevaba conductor. Y lo más grave que la haya respaldado en la mañanera el Presidente al convocar a los muchachos y a sus padres a no asumir esas actitudes, además de advertirles que había infiltrados de las mafias en sus filas, algo que se había descubierto desde hace al menos un lustro en investigaciones periodísticas.Si el gobierno federal sigue renunciando a su obligación de hacer cumplir la Ley para mantener clientelas electorales, cada vez habrá más grupos aprovechando esa debilidad y el Síndrome de Tlatelolco que les garantiza impunidad pese a violar el derecho de muchos mexicanos.jbarrera4r@gmail.com