Sin amenazas, con excesiva cordialidad y una presencia impecable. Bien peinado, de trato cortés y una educación que irradia confianza. Así es como Jorge, a quien no podemos ubicar con su nombre real, logró atracar a dos socios de un gimnasio ubicado a espaldas del ITESO hace un par de semanas.Su modo de operar fue perfecto. Por métodos que sólo él conoce, Jorge sabía que, dos días antes, instaladores de Telmex acudieron al establecimiento para hacer un cambio de conexiones. Los empleados fueron el lunes y el martes, aunque el miércoles, por alguna razón, ninguno de ellos se presentó.Pero Jorge sí.Él se dirigió con la encargada en turno. Le explicó que era el supervisor de los que habían ido dos días atrás y, confiada porque le mostró sus credenciales y sabía cada pormenor de lo que habían hecho los empleados de Telmex, ella le permitió el acceso.“Nos robaron sin pistola”, me dijo Janeth, quien fue víctima indirecta de un atraco que ha perfeccionado este hombre de mediana edad. Él le quitó sus celulares de última generación a dos personas que iban a ejercitarse y no sólo no opusieron resistencia: se los entregaron desbloqueados.Jorge, cuyo nombre puede ser Osvaldo o Pablo, según la ocasión, se hace pasar por empleado de empresas de telecomunicaciones. De esta forma ha logrado concretar cientos de robos en distintos estados de la República.En este caso específico, el simpático ladrón convenció a la encargada de que “sus muchachos” habían hecho un desastre con el cableado. Entró y revisó línea por línea e incluso encendió su computadora para “verificar el estado de la conexión”. Por supuesto, la puesta en escena incluye un elaborado performance para que todo sea más convincente.Le pidió su celular a Janeth para “hacer unas pruebas”. Al ver que no era un modelo reciente, le dijo que no era posible hacerlas con ese equipo, así que hizo que lo ayudara a conseguir un par.Y, amable como se comportó con ella, Janeth hizo lo que pudo para asistirlo.De buena gana, y seducidos por el buen modo de conducirse hacia ellos, dos socios del gimnasio le entregaron su teléfono a Jorge. Él los convenció de que le liberaran las claves. Se fue, regresó y les pidió que los desbloquearan de nuevo. Lo hicieron.Luego Jorge se fue de nuevo. Luego pasaron los minutos. Y luego ya no volvió.Para cuando se dieron cuenta del robo, Jorge ya había cambiado la contraseña de cada red social habilitada en los teléfonos. Retiró los chips y dejó cada equipo como si hubiera salido de fábrica. De no haber cámaras que lo captaron en su ingreso y salida del establecimiento, su identidad sería una incógnita y el robo habría sido perfecto.Según los reportes de inteligencia que han hecho los estafados, y no las autoridades, él opera así desde hace seis años. Y con la fortuna de su lado, aparentemente, pues no hay muchos que se atrevan a denunciar que los convencieron de entregar su teléfono. Y quienes sí, no entran al catálogo de delitos, porque al final del día “usted lo entregó” y “técnicamente no es un robo”.El texto viene a colación porque Jorge sigue en las calles. Caza a sus víctimas y hace uso de su carisma para robar sin pistola. Un nuevo modo de operación de esos que la autoridad en Jalisco no ha metido a su catálogo porque… pues para qué crecer una estadística cuando al fin estamos por debajo de la media nacional.