Los seres humanos reincidimos en una serie de comportamientos que dañan nuestra convivencia, tal vez los peores sean la codicia, la ingratitud, el egoísmo y la soberbia. Sin embargo, habremos de reconocer que estamos rodeados, en su gran mayoría, por personas buenas, solidarias y amorosas. Sí, hay “cucarachos” que andan causando daños y, también, algunos deshonestos que abusan de quienes depositan en ellos su confianza pero, junto a esas alimañas, hay una gran cantidad de profesionistas, emprendedores, artistas y gente de bien, cumpliendo con su responsabilidad social, generando riqueza y bienestar a sus semejantes.Invadidos por noticias desalentadoras, presionados por el incremento de los costos de vida, inconformes ante una oferta laboral insuficiente y mal remunerada, angustiados por la dificultad para el acceso a la salud, con el fantasma de la pandemia sobre nuestras cabezas y el horizonte lleno de nubarrones, podemos fácilmente caer en el desánimo, incluso, cuestionarnos el valor de la vida o de nuestra presencia en el mundo. En este escenario, resulta pertinente echarnos un clavado para revisarnos a nosotros mismos, mirarnos frente al espejo y preguntarnos qué o quiénes le dan sentido a nuestra existencia. ¿Cuáles son los problemas que afectan nuestra convivencia y cuál es nuestra aportación para superarlos? ¿Hasta dónde somos, o no, parte de la colectividad? ¿Vemos con indiferencia el dolor de las familias de secuestrados y desaparecidos? ¿Acaso la violencia contra las mujeres no nos genera un sentimiento solidario? Es importante que pongamos en perspectiva nuestra relación con los demás y hagamos un esfuerzo por fortalecer nuestro sentido de empatía y los lazos con la comunidad: son tiempos difíciles que serán más fáciles de sobrellevar con el apoyo de nuestros amigos, familiares, vecinos y paisanos.Hace unos días, una entrañable amiga me compartió el video de una entrevista con Eufrosina Cruz, autora del libro Los sueños de la niña de la montaña; autobiografía de una indígena zapoteca que decidió tomar las riendas de su vida y enfrentar la discriminación e incluso, la cultura ancestral que limita el desarrollo de las mujeres. Se los recomiendo, más aún a quienes se quejan y culpan a otros de sus desgracias, cuando la solución a nuestros problemas está en cada uno, en nuestra voluntad, compromiso y autoestima. No nos dejemos abatir por la complejidad del entorno o por los malos presagios. Recordemos que el éxito está hecho de fracasos, aceptemos que hay que combatir las patologías sociales y que debemos arrancar abrojos y mala yerba. En nosotros está hacerlo.Los buenos habrán de triunfar por encima de los “cucarachos”. No perdamos de vista que, a pesar de los pesares y de las dificultades que cotidianamente enfrentamos, la vida, el maravilloso milagro que nos permite ser parte del “nosotros” y nos abre las puertas al amor y a la solidaridad, es el mayor bien que podemos compartir. Cada uno encontrará en sus reflexiones el sentido de su propia vida; juntos encontraremos la razón de nuestra existencia. Eugenio Ruiz Orozcoeugeruo@hotmail.com