Cuando Richard Trumka, el dirigente de la poderosa central sindical AFL-CIO de los Estados Unidos, vino a México hace algunas semanas, le dejó claro al Presidente López Obrador que la aprobación del tratado comercial por parte de los demócratas requería de garantías suficientes de vigencia de los derechos sindicales de los trabajadores mexicanos. Se discutieron propuestas para mecanismos de supervisión independientes sobre la vigencia de estos derechos en los centros de trabajo en México. Lo que en principio fue rechazado por las autoridades mexicanas, quienes enviaron una carta al Capitolio ofreciendo invertir recursos para implementar las reformas.Lo que está en el centro de la atención son los llamados sindicatos blancos, los contratos de protección y el modelo sindical que privilegia a los líderes sobre la decisión libre de los agremiados, que ha funcionado durante décadas. El argumento es que durante años este sistema ha propiciado el mantenimiento de salarios muy bajos, que constituyen una competencia desleal a empresas y trabajadores de Canadá y estados Unidos, por lo que debe incentivarse que el sistema sindical sea muy similar entre los tres países.El ambiente se agita luego del fracaso el jueves de una reunión de alto nivel en Washington y de declaraciones encontradas entre Donald Trump y Nancy Pelosi, y luego el líder Trumka fue claro al señalar que no estaba conforme, con lo que la situación ha llegado a un punto culminante, considerando que si no se logra aprobar antes del día de Acción de Gracias, sería muy difícil que este mismo año lograra pasar por la votación del Congreso. Esto llevaría a que el tema se pospusiera en medio de la batalla electoral y el impechmeant, agregando incertidumbre a las perspectivas económicas de México.La reforma laboral aprobada en mayo pasado difiere la vigencia de la libertad sindical y mantiene el viejo sistema de control bajo el pretexto de instrumentar su aplicación gradualmente. Este hecho es visto con desconfianza por los estadounidenses demócratas que quieren ver realidades y no declaraciones. Esto significa que la presión está centrada en hacer vigente el derecho de los trabajadores de elegir a sus dirigentes mediante voto universal, libre y secreto, pero para este tema es aún más importante que sean los trabajadores los que aprueben las modificaciones a las condiciones de trabajo, incluyendo los salarios, también mediante votación libre directa y secreta, lo que quitaría el poder de decisión a los líderes tradicionales. Con ello se confía en que se propicien mejoras en las percepciones salariales de los trabajadores mexicanos, situación que eliminaría gradualmente lo que algunos consideran como subsidio de bajos salarios a los bienes que se exportan.Es curioso que sean los líderes sindicales extranjeros los que estén defendiendo las libertades y derechos de los trabajadores mexicanos y que los dirigentes formales de nuestro país guarden silencio y el Gobierno pareciera jugar a dejar pasar la mayor cantidad de tiempo.Ante esos hechos, la prospectiva presenta tres escenarios: El primero, que se alcance un acuerdo este mismo año aprobando en sus términos lo ya discutido y agregando cuestiones operativas, lo que parece cada vez menos probable. El segundo es que se logre un acuerdo de intenciones y se ordene incluir estos temas en el texto para que sea aprobado el año próximo, con lo cual se suavizaría políticamente el panorama, pero no eliminaría los riesgos. Y el tercero, que definitivamente se deje para el año próximo la discusión y aprobación, con lo que se agregan elementos para la incertidumbre de largo plazo y retrasaría muchos proyectos de inversión y aceleraría la ya notable venta de activos mexicanos.Richard Trumka está en el centro del debate y su posición es determinante, por lo que es probable que al fin de cuentas se opte por ceder a las presiones y aceptar mecanismos de supervisión, lo que agrega presión al Gobierno mexicano para hacer efectivas las reformas laborales. Las autoridades mexicanas saben muy bien que no pueden darse el lujo de abrir más espacio a la desconfianza de los inversionistas, por lo que es muy probable que busquen a como dé lugar un acuerdo, lo que implica volver a verle la cara a Trumka.