Tras la aplastante derrota que sufrieron en las elecciones del pasado 2 de junio, especialmente en la contienda por la presidencia de la república, al seno de la oposición ha comenzado un proceso de canibalismo en el que se están repartiendo culpas. El caso más elocuente de este reparto de culpas fue el reclamo a gritos que el presidente panista le hizo a la candidata opositora Xóchitl Gálvez Ruiz por reconocer personalmente el triunfo a Claudia Sheinbaum la misma noche de la elección. Fue la propia Xóchitl Gálvez quien dio a conocer este vergonzoso episodio en el que el dirigente nacional del PAN, le reclamó a gritos por llamar a su adversaria para reconocerle el triunfo. Pero en el carrusel de entrevistas que la candidata opositora concedió a distintos medios la segunda semana después de las elecciones, reveló que no fue la única ocasión que Marko Cortés le gritó durante la campaña. Lo hizo también al término del primer debate presidencial, al reclamarle que tuvo un mal desempeño en esa confrontación televisada. Poco a poco la ex candidata opositora y los dirigentes de los tres partidos que la apoyaron (PAN, PRI y PRD), así como los supuestos liderazgos de la sociedad civil, han ido revelando los detalles que supuestamente explican la avasalladora derrota que sufrieron a manos de la alianza encabezada por Morena y su candidata Claudia Sheinbaum.Los gritos de Marko Cortés a Xóchitl Gálvez indican que el dirigente panista responsabiliza a la candidata opositora por su mal desempeño como candidata sin hacer la mínima autocrítica de lo que dejó de hacer el PAN como principal partido de la oposición.Por ejemplo, Xóchitl Gálvez ha reclamado que el PAN apenas le dejó 65 por ciento de los spots publicitarios en medios electrónicos y que era frecuente que en los mítines faltaran la propaganda de mano o los regalos a los asistentes, como las tradicionales camisetas, gorras o vasos. También ha criticado la falta de liderazgos jóvenes en la estructura del PAN. Dijo que en la mayoría de los estados se encontró con los mismos dirigentes que existían hace 20 años. Y ha denunciado que en muchos mítines no llegaron las masas que le prometían los dirigentes partidistas. Por su parte, Jesús Zambrano, dirigente del PRD, el partido de peor desempeño en la pasada contienda electoral, ahora se queja de que los presidentes de los partidos fueron marginados de la toma de decisiones en la campaña y que esta era manejada por Xóchitl Gálvez y su “cuarto de guerra”. Y además responsabilizan a Xóchitl Gálvez por la falta de un mensaje unificado de la coalición opositora. “El diseño de las giras de nuestra candidata presidencial no se decidió con las direcciones nacionales. Además, nunca quedó claro cuál era el perfil de Xóchitl, qué representaba, qué ofrecía, dicho sea, sin menoscabo de su capacidad y de sus invaluables y extraordinarios esfuerzos como candidata mujer”, dijo Zambrano.En esta competencia por echar la culpa a los demás por la derrota, el menos peor parece ser el dirigente priista Alejandro Alito Moreno, quien no ha responsabilizado a su candidata de la derrota, pero tampoco asume personalmente su responsabilidad en la misma. Quizá la postura más cínica de los dirigentes que empujaron la alianza opositora sea la de Claudio X. González quien hace una semana admitió ante miembros de una asociación civil en el Estado de México, que “era muy complicado” que Xóchitl Gálvez obtuviera el triunfo y que lo que realmente buscaban era generar contrapesos a Morena desde el Poder Legislativo, algo que tampoco lograron. Pero más allá de deslindarse de la derrota, ninguna de los actores dirigentes de la alianza opositora hace una autocrítica y menos pone por delante sus renuncias a las organizaciones que encabezan para asumir dignamente la derrota. No, lo hacen desde la comodidad de los cargos que se repartieron ellos mismos. Tanto Marko Cortés como Alito Moreno llegarán a los primeros lugares de las listas plurinominales del Senado, en tanto que el auto-asumido representante de la sociedad civil, Claudio X. González, ya está pensando en capitalizar la movilización social de la denominada Marea Rosa. Pero nada de autocrítica en esta campaña en la que hicieron creer a millones de votantes que tenían el triunfo en sus manos.