Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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El poder en manos de un solo hombre

Por: Jorge O. Navarro

El poder en manos de un solo hombre

El poder en manos de un solo hombre

El Presidente Andrés Manuel López Obrador envió una iniciativa de reforma a la Cámara de Diputados. Están en cuarentena; no hay trabajo formal pero proyectan una sesión extraordinaria para atender la petición del mandatario. Bastan los diputados de Morena y sus aliados para reunir mayoría. La iniciativa quiere reformar la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria para que el artículo 21 diga que en caso de emergencia económica (como la de la pandemia del coronavirus o bien, la que el Presidente considere) “la Secretaría de Hacienda podrá reorientar recursos asignados en el Presupuesto de Egresos para destinarlos a mantener la ejecución de los proyectos y acciones prioritarias de la Administración Pública Federal”.

Pretende tomar el control del presupuesto. Ya no importará lo que dispongan los diputados.

Comparto un recuerdo.

Era un mediodía como lo han sido siempre los de mayo en Guadalajara: seco, brillante y muy caluroso. Transcurría el segundo quinquenio de los años 90 y Jalisco se entusiasmaba con la alternancia. Después de las explosiones del 92 y el asesinato del cardenal Posadas Ocampo en el 93, con el agregado del magnicidio de Luis Donaldo Colosio en el 94, los jaliscienses habían sacado al PRI de Casa Jalisco.

En la Universidad de Guadalajara, algunas decenas de jóvenes cursábamos Estudios Políticos en el campus de Ciencias Sociales y Humanidades. Aún había una glorieta de La Normal y ni trazas de un Tren Ligero.

Una profesora menudísima, morena, de cabello escaso y ensortijado, hacía esfuerzos por compartir sus conocimientos de Teoría Política. Helena Hernández trataba de hacer entender en castellano los conceptos que por años había manejado en el francés aprendido en París. Teníamos sobre el pupitre copias fotostáticas o algún ejemplar de “El Federalista”, de Jay, Hamilton y Madison. Obligadamente, debíamos haber leído lo fundamental “Del Espíritu de las Leyes”, de Montesquieu, particularmente el capítulo sexto del undécimo libro de aquel mamotreto, dedicado a ponderar la división de poderes.

La doctora Hernández era paciente, pero no podía evitar los regaños y reiteradamente lamentaba que hubiera estudiantes en clase sin haber leído ni dos líneas de los autores encomendados. Sentíamos urgencia porque se consumieran los minutos restantes.

Transcurrió casi un cuarto de siglo desde aquel día.

Recuerdo su comentario, aunque después de los años comparto el contenido, aunque no la textualidad: “Ahora que los políticos son tan populares y conocidos, aquí en Jalisco y en México, y aparecen en titulares y entrevistas, hacen evidente su desconocimiento. No saben de teoría política. Todos, desde regidores a diputados, presidentes municipales y gobernadores, deberían leer ‘El Federalista’; tendría que ser obligatorio. Cuando menos sabrían cómo elaborar sus discursos sin ser tan patéticamente ignorantes”.

El salón de clases estaba cargado de vapores. Caluroso, ¿lo mencioné? No se movió una sola ceja y la sentencia pasó sin ninguna reacción.

Helena Hernández subrayó la importancia de la división de poderes. Habló de Montesquieu y de su gigantesco trabajo comparativo que fundamentó las democracias occidentales bajo un principio todavía vigente, al menos en aquellos textos del siglo XVIII y los miles de análisis conservados en bibliotecas universitarias de todo el mundo: EVITAR la acumulación de poder. Dividirlo. Establecer contrapesos. Crear instituciones que acaten leyes. Defender los poderes locales y la autodeterminación de las comunidades.

Hamilton, Jay y Madison argumentaron este principio en sus varios artículos, y los nombres de estos personajes permanecen anclados a la teoría de la democracia, donde quiera que se revise.

¿Qué ocurre en México, que las instituciones se debilitan día con día, el Legislativo se desvanece y el Poder Judicial vive en aislamiento? ¿Pasará sin problema la acumulación de poder en el Presidente López Obrador sin que su gabinete reaccione, sin que haya resistencia de la oposición, sin que el ciudadano sea otra cosa que el beneficiario de un programa social que le corresponda por edad o condición inevitable?

Será que hace mucho calor y quisiéramos que todo esto se consumara por el tiempo. Pero sin acciones no hay cambios.

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