El Tweet de Nayib Bukele, presidente de El Salvador, enviado a la red a las 10:17 de la mañana del primero de agosto fue muy escueto, muy claro y muy objetivo: “Desde esta madrugada, 7000 soldados y 1000 policías han establecido un cerco de seguridad alrededor de todo el departamento de Cabañas. Su labor será evitar la salida de pandilleros del departamento y cortar todas las líneas de suministro de los grupos terroristas”.El plan Bukele, aplicado desde hace 16 meses -marzo del año pasado- es concreto; es la imposición de un estado de excepción -donde se suspenden las garantías individuales- para actuar en contra de los grupos criminales. Y el resultado a la fecha, más de 70 mil delincuentes se encuentran detrás de las rejas y la paz social empieza a regresar poco a poco al país sudamericano, según los reportajes que diversos medios han publicado en las últimas semanas.Y aunque algunas organizaciones civiles y de derechos humanos -en algunos países del mundo- han levantado la voz y cuestionado esa guerra en contra de las maras, el cambio ya lo percibe la sociedad salvadoreña.El presidente de Chile, Gabriel Boric, al hacer referencia al plan de Bukele para combatir a las maras y que forma parte de un reporte publicado en el diario español El País, dice que “cuando solo se enfoca desde la cuna de quien es el más duro o categórico, o las medidas más extremas para combatir la delincuencia, al final no estamos solucionando el tema de fondo y es pan para hoy y hambre para mañana”. ¿Le suena familiar el planteamiento?.Posiblemente algo muy similar -palabras más, palabras menos- lo ha escuchado en cientos de los discursos que forman parte de la verborrea que sale todas las mañanas desde un rincón del Palacio Nacional de la Ciudad de México.Y por supuesto que uno debe estar de acuerdo en combatir o tratar de encontrar soluciones al problema de fondo, pero tampoco como sucede en nuestro país, donde ni siquiera ‘se meten las manos’ para evitar que la delincuencia actúe ‘como se le dé la gana’, con un libertinaje que no tiene límites. Solo basta con ver lo que sucede a nuestro alrededor, donde -hasta el momento- son ya más de 161,000 asesinatos violentos en lo que va de la administración de Andrés Manuel López Obrador y donde miles de mexicanos son víctimas del ‘cobro de piso’ -en diferentes actividades- todos los días.Por eso, aquí si cabe la pregunta, ¿qué prefiere usted, el plan Bukele o “abrazos, no balazos”?¿Usted, qué opina? Daniel Rodríguezdaniel.rodriguez@dbhu.net