Durante el periodo del gobernador Agustín Yáñez, el arquitecto Julio de la Peña fue quien estuvo a cargo del proyecto de la glorieta, plazoleta y escultura de La Minerva que terminó por entregarse en el año de 1956. Sin duda, la glorieta es quizá el símbolo más representativo -física y emocionalmente- en el que los tapatíos nos hemos detenido a sentirnos cobijados bajo el lema de “Justicia, sabiduría y fortaleza custodian a esta leal ciudad”.Lo que sea que eso signifique hoy en día, La Minerva -como todos la conocemos- ha sido partícipe de grandes manifestaciones feministas y “pro vida”, cientos de domingos familiares de paseo en bicicleta, festejos pamboleros mundialistas y locales, actos de cierre de campañas, le han colgado cuanto “arte” considere algún funcionario y es testigo indiscutible de lo complicado que se ha puesto el tráfico -no solo a horas pico- en Guadalajara.Por este último motivo, es que a la plazoleta con el paso del tiempo se le ha quitado espacio hasta convertirse en una fuente aislada a la que no se puede acceder ni en domingos cuando el protagonista es el peatón y ciclista. Todos estos cambios que ha sufrido han sido casi comprensibles pero el que no entiendo es la introducción del agave tequilero al diseño de la jardinería. Reconozco la belleza del paisaje agavero y siendo honesta, en cada paseo por carretera me gusta mucho admirarlo y perderme en aquel suave azul que a la distancia es extraño que una planta tan poco amable a la vista próxima pueda generar esa paz.El paisaje agavero que es hoy patrimonio de la humanidad de la UNESCO, es un símbolo, no un adorno o un diseño paisajista. Hace algunas administraciones se plantaron agaves sobre el camellón de la avenida Manuel Acuña justo frente a Casa Jalisco con el objetivo de que los manifestantes no estuvieran cómodos. El sentido es clarísimo, generar un espacio con un “adorno” muy poco amable o incluso violento que evidentemente es la sensación que da caminar sobre un sembradío o campo de agaves.Al pasar por La Minerva me pregunto si es el mismo criterio porque claramente es el mismo resultado. Guadalajara no es Tequila, como París no es sólo Champagne. Guadalajara no es sólo ese símbolo y si queremos que nuestra ciudad sea lo que todos soñamos, no podemos quedarnos sólo en la caricaturización de nuestros símbolos. Es crucial preservar nuestros espacios públicos que nos dan identidad sin ocurrencias que evidencian el precario entendimiento de lo que nos enaltece como sociedad. Por favor, el paisaje agavero maravilloso, de lejecitos.argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina