El navegante que se lanza a circundar los mares, si no lleva un rumbo, se perderá irremediablemente. Así una persona que no sabe para dónde dirigirse, se quedará atrapado en la duda. Un objetivo se hace indispensable para darle sentido a nuestro peregrinar, y eso es lo que está forzando la pandemia, a que definamos si tiene o no sentido en nuestras vidas lo que está sucediendo. Qué nos depara una experiencia de ésta naturaleza, si no hacemos algo para aprender de ella.Y un reto ineludible es apreciar el valor positivo de convivir en familia y tener que atender a nuestros hijos, dado que al no llevarlos a la escuela, se ha convertido en una tarea cotidiana, que no contemplábamos. Si le damos un sentido positivo a la tarea, casi forzada de dedicarles más tiempo a los hijos, vamos a comprender la importancia de la responsabilidad que tenemos los padres de familia con su educación. Hay que recordarnos que esa es la tarea a cumplir, somos nosotros y no la escuela, la que tiene que echarse a cuestas el compromiso de darle sentido a nuestra responsabilidad de formar. El rumbo que nos marca esta ineludible situación, provocada por la pandemia, nos conduce a replantear el papel tan importante de reinventar la forma de educarlos. Ahora podemos comprender que las escuelas se habían convertido en guarderías, en niñeras, en una especie de club social en donde se ocupaban la mayor parte del día y los maestros cumpliendo la responsabilidad de enseñarles el orden y la disciplina, los buenos hábitos y sobre todo satisfacer la necesidad de interactuar con los demás. Ahora que no tenemos muchas opciones, de qué hacer con nuestros hijos en casa es el momento de repensar el rumbo que le queremos dar a la convivencia familiar. Ahora sí es inevitable asumir el pleno compromiso de educarlos, de conocerlos más y de estar más al pendiente de sus necesidades. Parece que eso tiene mucho sentido y resulta un nuevo reto para muchos padres de familia.