En la escuela primaria tuvimos un compañero que se llamaba Poncho Galindo.No recuerdo si fue en quinto o sexto grado, pero era buen amigo, con un gran sentido del humor, capacidad para “hacer” grupo y además se le daba eso de jugar al futbol; para envidia de muchos de nosotros era un crack cuando tomaba el balón en la media cancha y se llevaba a varios rivales hasta llegar a la portería contraria y meter gol.Un buen día Poncho desapareció.Pasaron varios meses antes de que reapareciera en la escuela con un par de muletas especiales y un aparato raro en la cadera: nunca supe exactamente qué fue lo que le pasó pero seguramente fue algo relacionado con la pelvis que al parecer por alguna enfermedad rara se le pulverizó.Pero lo que más llamó nuestra atención es que Poncho regresó completamente huraño y agresivo. A todos nos veía con desconfianza y por cualquier cosa se irritaba y arremetía contra nosotros con sus muletas, convertidas en poderosas armas. Le llegamos a llamar El niño salvaje de la escuela.Pasó un buen tiempo antes de que volviera a socializar un poco y retomar parte de lo que había sido.Y apenas fueron unos meses el tiempo que Poncho estuvo seguramente encerrado en un cuarto de hospital, socializando exclusivamente con algunos familiares, médicos y enfermeras.Cuánto daño le había hecho el aislamiento.¿Qué va a pasar con nuestros niños que para cuando regresen a los salones y a socializar con sus compañeros habrá pasado casi un año y medio de encierro?Por lo que he visto con los hijos de mis vecinos, que son afortunados porque tienen el jardín del coto y por lo menos un par de vecinos con quienes jugar, la pandemia les está pasando factura. Se han vuelto irritables, la relación con sus papás se ha distorsionado y no ha faltado alguno que harto de la falta de actividad pública se ha convertido en un pequeño malandrín y ha provocado pequeños destrozos en el jardín, motivo por el cual varios vecinos hemos tenido que llamarle la atención.Algo nada agradable.Nuestros niños de la pandemia son niños diferentes; ninguna generación había vivido algo similar, y menos sobrevivir como lo están haciendo.De un día para otro se les rompió la vida, todo cambió y se vieron encerrados en sus casas y además escuchando 24 horas hablar de coronavirus, la pandemia y seguramente el miedo de en cualquier momento contagiarse.Seguramente algún familiar, un adulto mayor, habrá perdido la vida por el virus.Muy lastimados regresarán los niños.Para mí, que mis hijos están grandes y la nieta aún es muy pequeña, es un verdadero enigma.Quizás regresen como mi compañero Poncho hechos unos niños salvajes.Lo único cierto es que habrá que tenerles mucha paciencia, y también por cierto tenérnosla a nosotros mismosplatapi@hotmail.com