En 2002, Jorge Vergara irrumpió con bombo y platillo en el escenario futbolístico mexicano con el propósito de convertirse en propietario, nada más y nada menos, que de las Chivas del Guadalajara.El equipo reconocido como el más popular y de mayor convocatoria en México vivía un momento de incertidumbre. Estaba por concluir el arrendamiento del equipo a la Promotora Deportiva Guadalajara y, mientras ésta había determinado que ya no le resultaba negocio seguir invirtiendo en las Chivas, condenándolas así a una austeridad extrema; por el otro lado, se anticipaba que el club carecía de solvencia económica para hacerse cargo del equipo. En ese contexto, cual político en campaña, las promesas de Jorge Vergara de devolver la grandeza futbolística a las Chivas, no tenían más límite que su imaginación.La cereza en el pastel de su megalómano discurso se sintetizaba en su constante pregón de que “muy pronto” convertiría al Guadalajara en “el mejor equipo del mundo”, alardeando además, que “eso se los puedo asegurar”. Tiempo después, muy distante de concretar aquella promesa, Vergara declaró paladinamente que, para sus seguidores el Guadalajara es el mejor equipo del mundo.Lo cierto es que, si bien las Chivas han dado más sinsabores que satisfacciones a sus aficionados en la llamada “era Vergara”, el empresario adquirió una mina de oro. Sólo dos botones de muestra: en 2008 Chivas se convirtió en el equipo latinoamericano mejor pagado de la historia por concepto de transmisión televisiva (200 MDD por cinco años), y para 2009 ya había generado ganancias por más de 400 MDD.De pronto, aquella jauja económica del Guadalajara se volvió humo. Arrastrado por intereses extracancha, pugnas internas y el pleito legal Vergara-Fuentes, sus finanzas se encuentran igual o peor que cuando lo adquirió el dueño de Omnilife. Justo cuando sorpresivamente Chivas obtuvo el título de la Concachampions catapultándose así a la posibilidad, remota, pero posibilidad al fin, de proclamarse campeón mundial de clubes avalado por FIFA, aquel pregón de convertirlo en “el mejor equipo del mundo” hoy se ha traducido en desestabilizar al plantel y en menguar su nivel competitivo de cara no sólo al Mundial de Clubes, sino de la propia Liga MX.