Lunes, 07 de Octubre 2024

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El maldito avión

Por: Jaime García Elías

El maldito avión

El maldito avión

Conformes: el maldito avión presidencial que costó siete mil millones de pesos y exigía gastos anuales de mantenimiento por 150 millones de pesos (12 millones y medio mensuales, 416 mil pesos diarios), es –o era—,  “habiendo tanta necesidad y tanta pobreza”, un insulto a los mexicanos con cuya sangre, sudor y lágrimas se compró y se seguía pagando. Era, también, un símbolo de “cómo se le daba la espalda al pueblo, sobre todo a la gente humilde, (mientras) los altos funcionarios vivían colmados de privilegios”. Es, en efecto, prueba fehaciente de que el de este México de nuestros pecados “era un Gobierno de ricos con un pueblo pobre”...

Ahora bien: maldecir al avión y a quienes lo usufructuaron, tomar la decisión de venderlo o involucrarlo en una rifa cuyos fondos van a aplicarse a “mejorar la salud de todos los mexicanos”, no garantiza, primero, que esa plausible intención vaya a concretarse; ni significa, en seguida, que se hayan ajustado cuentas, exhibiéndolos con su nombre y apellido y obligándolos a pagar sus trapacerías, con los abusivos gobernantes que, “haiga sido como haiga sido”, ya cumplieron su ciclo y reposan en el basurero de la historia.

-II-

El avión ahí está. Si el Presidente López Obrador se niega a usarlo porque –como Los Pinos y un largo etcétera— es parte de la herencia maldita que le legaron sus antecesores, o porque es incompatible con su bandera de austeridad, santo y muy bueno...

Ahora bien: del dinero público invertido en él, buena parte puede recuperarse para darle el buen uso anunciado. En cambio, de las cantidades que se embolsaron las “comaladas de millonarios” que salían de los cargos públicos al cabo de cada administración, merced al desvío de los fondos públicos o a los esquemas de corrupción institucionalizados desde que llegaron “los gobiernos emanados de la Revolución” y casi seguramente “desde endenantes”, poco o nada se habla. Los ex gobernadores de Quintana Roo, Veracruz y Chihuahua caídos en desgracia serían las excepciones que confirman la regla.

-III-

Si, como machaca insistentemente el discurso oficial, el combate a la corrupción va en serio, exhibir, vender o rifar el avión de Peña Nieto equivale a querer curar un tumor canceroso con aspirinas... y a cruzar los dedos y encender veladoras para que el Aeropuerto de Santa Lucía, la Refinería de Dos Bocas y el Tren Maya no ocupen, mañana, el triste lugar que el maldito avión presidencial ocupa hoy.
 

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