El lenguaje sirve para expresar, no para ocultar el pensamiento. Y creo que la palabra vaciada de contenido, los eufemismos y la grandilocuencia son un recurso del lenguaje político para esconder la realidad. Ocurre en todos los niveles, incluida esta nueva guerra que amenaza la paz mundial.Más que desmenuzar los orígenes y consecuencias de un conflicto armado (para eso hay especialistas), quiero reflexionar sobre el lenguaje de la guerra que al final se trata del lenguaje de la política en nuestros días. Vladimir Putin no desplazó su ejército hasta Ucrania, en cambio, envió «tropas de paz» (el concepto suena tan ilógico como disparar una pistola para expresarle amor al prójimo). El Kremlin tampoco atacó ciudades de la región separatista del Donbás, más bien lanzó una «operación militar especial» para «proteger a Rusia» y ayudar a la «desmilitarización y desnazificación de Ucrania» (desmilitarizar con más militares es equivalente a afirmar que dos más dos es igual a cero). Si nos apegamos a la literalidad de sus palabras, Putin merece el Premio Nobel de la Paz. Esta guerra y en general el lenguaje de la política actual está lleno de eufemismos o trampas que dificultan más la comprensión de los hechos. No se trata de una novedad y Occidente no es ajeno a este fenómeno. Ronald Reagan se refirió a un misil de alcance intermedio de 10 ojivas como «pacificador», y George W. Bush «liberó» a Irak en 2003, no lo atacó. La diferencia ahora radica en que, al aumentar los canales de comunicación, crece también la confusión. Los días previos al inicio del conflicto armado vivimos una guerra mediática entre las dos grandes potencias en donde la ficción, la suposición y los hechos se mezclaban. En su novela 1984, Orwell usó un concepto que me fascina: el doblepensar. Consiste en la imposición de dos opiniones contradictorias en la cabeza de los gobernados porque así conviene al partido en un régimen totalitario. En esa novela, el gobierno se organiza en cuatro Ministerios, el de la Verdad (cuya labor consiste en falsear la realidad): La Paz (hacer la guerra), La Abundancia (racionar los alimentos) y el Amor (garantizar la lealtad al Gran Hermano). Algo pasa con el lenguaje de la política incluso a nivel local cuando la guerra contra el narco ahora se llama «proceso de pacificación del país», los tandeos son un «sistema de suministro rotatorio de agua» y los homicidios de inocentes cuentan como «daños colaterales». La política ha degradado al lenguaje. Lo expresa mejor Orwell: «El lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdad y los asesinatos parezcan algo respetable; para dar aspecto de solidez a lo que es puro humo». Nos toca como ciudadanos hacer un esfuerzo adicional para distinguir y denunciar esos engaños.