Sábado, 30 de Noviembre 2024

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El futuro en riesgo

Por: Eugenio Ruiz Orozco

El futuro en riesgo

El futuro en riesgo

El futuro es, por naturaleza, incierto. El cambio es la constante de la vida: “Lo que es en este momento, nunca más volverá a ser y lo que fue, nunca más lo será”, dijo Heráclito de Éfeso hace 2,500 años. Por su parte, desde hace algunas décadas, se ha puesto de moda Zygmunt Bauman, filósofo y sociólogo polaco. Sus libros, “Tiempos Líquidos” y “La Modernidad Líquida”, entre otros, definen nuestra era a partir de una idea similar a la del pensador jónico, con una diferencia significativa: ayer, el cambio era lento, imperceptible -en algunos casos, la permanencia de las cosas parecía eterna-. La certidumbre era la constante de la vida, podíamos planear a largo plazo. Hoy, la realidad es diferente. La velocidad de los cambios es mayor a nuestra capacidad para adaptarnos y asimilar los conocimientos producidos en los centros de inteligencia patrocinados por los gobiernos más poderosos, las universidades más prestigiosas, las corporaciones empresariales y sus “think tanks’”. Este escenario exige la modernización del modelo educativo para preparar adecuadamente a las nuevas generaciones de mexicanos.

Un país se va construyendo a través de acuerdos entre los dirigentes para definir las políticas públicas y enfrentar con éxito el futuro. El problema es que quienes están en condiciones de opinar, porque tienen un liderazgo importante, prefieren quedarse callados. No quieren dificultades con el gobierno. Bajo esta óptica, políticos, empresarios, clero, intelectuales, maestros, estudiantes y, en general, todos aquellos que de una u otra manera están involucrados en la conducción de la sociedad, se autocensuran y no aportan críticas, iniciativas, ni propuestas que favorezcan el desarrollo de la nación. Si le agregamos que el sistema educativo está más orientado a “recuperar” el pasado que a edificar el futuro, el escenario se vuelve poco esperanzador. Caminamos en sentido inverso a las manecillas del reloj.

Resulta preocupante que quienes tienen capacidad y autoridad para hacerse oír prefieren el silencio y que el Presidente, metido de lleno en los juegos del poder y sus privilegios, ha olvidado sus responsabilidades fundamentales, entre ellas, la conciliación de los enormes intereses políticos y económicos que existen en una nación tan compleja como la nuestra. ¿La ley? ¿La educación? ¿Qué es eso? Es muy grave que López Obrador no les dé la importancia necesaria, aun cuando son estas las vías para lograr la justicia social o el bien común. A consecuencia de una visión tan estrecha, la distancia que se está abriendo entre quienes disponen de los recursos para integrarse al mundo moderno y quienes carecen de ellos es cada vez más amplia, imposibilitando la homogeneización social.

El Presidente de la República ha hecho de la sucesión adelantada un ejercicio, que si no tuviese nefastas consecuencias para los mexicanos, solo sería un espectáculo circense. Mientras tanto, el tiempo pasa, poniendo en riesgo nuestro futuro. ¿Cuándo estará el bienestar de la nación por encima de los intereses particulares?

Eugenio Ruiz Orozco

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