En la escuela primaria de hace ya varios años aprendimos una historia de México oficial, diáfana, clara, precisa, contundente, y desde luego, completamente falseada, pero eso lo venimos a saber después. En esa romántica visión del pasado, los miembros del partido conservador, siempre en lucha con los del partido liberal, habían traicionado a México invitando a gobernarlo a un príncipe extranjero, ya que los “príncipes” nacionales eran ineptos, corruptos y hasta herejes. Esos mismos “traidores”, habían propiciado la Intervención francesa en apoyo del emperador alquilado a Austria.Vino la guerra, y se estancó porque la ayuda francesa venía de muy lejos, y la esperada ayuda norteamericana, opción “no traidora” del partido liberal, no llegaba a causa de la propia guerra civil que Estados Unidos vivía. Pero esa lucha concluyó y entonces sí, Estados Unidos intervino en favor de los liberales y con su dinero y sus armas, el invasor francés fue echado fuera del país, y fusilado el emperador de alquiler, y quedó México comprometido a pagar de muchos modos el favor recibido de sus desinteresados patrocinadores del norte. ¿Cómo pudo pasar algo semejante? ¿Cómo pudieron los ánimos y las opiniones, y las opciones ideológicas extremarse tanto? Porque la razón sometida por la pasión, se extravía y nos lleva a hacer cualquier calamidad. Liberales y conservadores del siglo XIX se fanatizaron y por “amor” a México estuvieron dispuestos a entregarlo o a los franceses o a los norteamericanos, lo importante era el triunfo del propio partido, de la propia visión.A lo largo del presente sexenio nos ha pasado algo semejante, la razón se ha extraviado, y en consecuencia ha generado delirios de toda índole, decisiones del más variado tipo, reacciones desaforadas, visiones apocalípticas, premoniciones catastrofistas, y también catástrofes reales que han contribuido a sobrecalentar una imaginación ya muy exaltada por la pasión y el fanatismo de la derecha y de la izquierda.Las pasadas declaraciones de una conocida senadora de la República no son sino una expresión más de este extravío de la razón: pedir disculpas al gobierno de Ecuador, algo verdaderamente demencial pero explicable dado el clima ardiente del proceso electoral. La acción del gobierno ecuatoriano no tiene justificación alguna, como lo declaró medio mundo de derecha y de izquierda. Si el asilo concedido al ex vicepresidente de aquel país violaba las condiciones formales para su otorgamiento, el asunto debía haberse llevado a las cortes, pero de ninguna manera podía justificar el allanamiento de una sede diplomática. Pero cuando la razón se inflama ¿quién puede pensar sensatamente? Hoy piden disculpas a un gobierno agresor, ayer vendían al país a cambio del apoyo norteamericano o traían a Maximiliano con el apoyo de Francia ¿no hemos aprendido? o ¿aprendimos demasiado bien?En el reciente debate de candidatos a la Presidencia de México, una aspirante criticaba a la otra de ser fría, ¡ojalá y de verdad lo sea!, que de políticos pasionales y extraviados ya hemos tenido mucho desde el inicio de nuestra historia independiente, y como efecto de esa pasionalidad inflamada y visionaria seguimos atascados en nuestros problemas, viendo siempre moros con tranchetes, un país destruido o super transformado, decididos en consecuencia a hacer “retemblar en su centro la tierra al sonoro rugido” de nuestros extremismos ideológicos irracionales.