Viernes, 22 de Noviembre 2024

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El estafador de Providencia

Por: Jonathan Lomelí

El estafador de Providencia

El estafador de Providencia

A mí me da mucha vergüenza, sólo lo sabe una amiga y ahora tú, me confesó Yésica.

Soltera, 45 años, licenciada en Comunicación y maestra en Desarrollo Humano, pero desempleada. En Facebook Citas conoció a Oliver, que la contactó con Alejandro, un amigo y alto funcionario cercano al gobernador, que necesitaba una fotógrafa.  

Se encontraron un domingo a las cuatro de la tarde en un café de Providencia, en Guadalajara. Te voy a meter a la nómina porque Oliver te recomienda, lo hago por él, le dijo Alejandro, un tipo bien parecido, alto, blanco, ojos azules. Y le mostró una página del gobierno con la vacante. 

Pero hay un problema, le dijo Alejandro. Aquí aparece que adeudas un millón al SAT por evasión de impuestos. Y le mostró una página. En tu último trabajo te modificaron el salario, esa es una evasión de impuestos, pero te voy a ayudar.  

De lo paternal y comprensivo pasa a lo cariñoso: te voy a ayudar pero además me gustas, quiero una relación contigo. Alejandro mezcla información del trabajo con el SAT, le infunde miedo y aparte le dice que le hará un favor. 

Dejan el café y van al parque. La charla se torna íntima, buscan dónde cenar pero todo está cerrado. Acaban en el departamento de Yésica. 

Allí inicia el montaje perfecto. No te preocupes, le dice Alejandro. Hace una llamada a su secretaria. Luego a un asistente. Da instrucciones, reclama, pide el favor especialmente para una amiga. Realiza al menos 20 llamadas. Entonces le muestra a Yésica algo sorprendente: una página web del gobierno con sus datos en donde está dada de alta en la nómina y un documento que le mandó por WhatsApp en donde ya es trabajadora estatal. Una vez empleada, le anuncia, le borrará su deuda con el SAT. Es decir, le dio trabajo y además le quitó un problema de encima. 

-¿Y qué pasó después? -le pregunto a Yésica.   

-Tenemos sexo… varias veces. 

Ya de madrugada, Alejandro le explicó que había que pagar el favor. Él le prestará una parte, pero necesita todo el dinero que ella pueda juntar. Salieron de madrugada al cajero, Yésica retiró los únicos 8 mil pesos que le quedaban y se los entregó. Alejandro le dijo que había que pagar el dinero a su contacto ahí cerca, en Providencia. Se pararon frente a un domicilio, él se bajó y, después de una hora, nunca regresó. 

La sofisticación del engaño: las páginas web, los documentos, los nombres, todo era falso. 

Anoté numerosas frases de Yésica que insistieron en esta idea cuando la cuestioné, varias veces, sobre su ingenuidad: En cuanto él ve que dudo, dice Yésica, empieza con otras estrategias. Yo no alcanzo a procesar, dice Yésica,  es tanta la información… 

Evito juzgarla y pienso que puede haber más víctimas. 

-¿Cómo habrías evitado esa estafa?    

-Confía en tu instinto, yo no confié en mi instinto, había cosas ilógicas y de todas maneras, ante tanta información, no pensé y no hice caso a lo que me quedaba: mi instinto. 

Twitter: @Jnlomeli

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