Uno pensaría que un político como López Obrador tiene intenciones claras cuando hace declaraciones o emprende acciones. Pero, en el caso de Loret de Mola parece que no es así.Los apologistas de AMLO no necesitan que les den argumentos para lanzarse en contra de aquellos que, como Loret que reveló hechos como el de la residencia de su hijo José Ramón en Houston, hacen enojar al presidente.A los críticos de López Obrador, la actitud asumida por López Obrador, los ha fortalecido y unificado.Desde cualquier punto de vista, la presunta revelación de los ingresos del comunicador se convirtió en un boomerang que golpeó al presidente.¿Cuál fue el cálculo realizado por el presidente para actuar de esa manera?Desde un punto de vista racional no parece haber existido ningún cálculo. Cualquier consejero que cuidara los intereses de AMLO y del gobierno hubiera desaconsejado esa acción.Se trató simple y llanamente de una muestra de enojo respecto a la cual no se midieron las consecuencias.En México tenemos un dicho que afirma: “el que se enoja pierde”. Con él se alude a que en una contienda, normalmente, quien pierde los estribos también carece de la capacidad para generar una estrategia adecuada para vencer.En la campaña electoral del año 2018, uno de los principales logros de AMLO fue contener sus arranques. Lo hizo, y al contrario, mostró habilidad para hacer enojar a sus contendientes.Hoy, parece que esa cualidad lo ha abandonado por completo.Habrá que ver en detalle las mediciones de popularidad del presidente de la República en los próximos días y semanas, pero si utilizamos como termómetro el efecto en las redes sociales, hay que señalar que el saldo fue completamente adverso.No se trata de un hecho aislado. Ocurrió apenas días después de qué el presidente desafiara al Estado español generando una tensión internacional absolutamente innecesaria.Y días atrás también se había expresado un comportamiento parecido en el caso de la designación del embajador en Panamá.Si, en el gobierno se estuviera midiendo la repercusión de los dichos y acciones presidenciales, las alarmas ya estarían sonando por todas partes ya que si esta actitud permanece, lo más probable es que el respaldo a AMLO se vaya reduciendo y concentrando principalmente entre sus partidarios más duros. Son muchos, pero insuficientes para ganar elecciones en muchos lugares del país.Pero, un comportamiento de esa naturaleza, además, aumenta el riesgo de que se produzca una crisis política o incluso financiera en los años que restan a la actual administración.Será muy difícil conseguir que haya un saldo favorable en materia de crecimiento en esta administración pero sí podemos aspirar, al menos, a que no estalle una crisis como las que tuvimos en 1976 o 1982.Los enojos presidenciales y los efectos que pueden causar, podrían generar una espiral que crezca lo suficiente para acercarnos peligrosamente a una crisis de esa naturaleza.