Luego discutimos si justo en plena pandemia es ideal que el gobierno de la República ponga toda la artillería mediática en bombardearnos con una campaña contra la drogadicción. Si no debería, prioritariamente, dedicarse todo el aparato de propaganda gubernamental a la sana distancia y la mascarilla, y ya luego volver sobre este otro problema, el del abuso de las drogas. Pero por lo pronto, quedémonos en qué tipo de campaña es la que se está pautando, y por qué.En estos días no se puede oír radio sin tener que escuchar reiteradamente spots donde supuestos drogadictos nos muestran que “en el mundo de las drogas no hay un final feliz”. Los anuncios son desagradables, pero ¿resultan efectivos? Y, sobre todo, ¿tienen perspectiva de derechos humanos? Fátima Reyes Osorio es una joven investigadora formada en Ciencia Política en la UNAM y especializada en políticas públicas y discapacidad. Ella colabora con la asociación civil Documenta.Y el blog de esa organización publicó, en marzo pasado, un primer análisis de esta campaña que hoy es muy pertinente de retomar.En ese artículo, titulado Entre prejuicios y estigmas avanza la Estrategia Nacional de Prevención de Adicciones, Reyes Osorio destaca que la actual campaña va en contra de lo que prometió este gobierno, que como en otras cosas quiso distanciarse de los anteriores sexenios y como en otras cosas no queda muy claro que lo logre.Reproduzco algunos párrafos del análisis de Reyes Osorio: “La campaña incluye distintos materiales audiovisuales que, en el discurso, se oponen al paradigma que sitúa a las personas como sujetas de derechos, puesto que reproduce prejuicios sobre las condiciones de salud mental diversas, sitúa el problema del uso problemático de sustancias en el individuo y no en lo social, se basa en un discurso ‘aleccionador’ en un sentido moral y porno inspiracional, además, usa un lenguaje excluyente.“Las personas en situación de calle que dieron su testimonio sobre cómo iniciaron consumiendo y sobre las consecuencias que han tenido por el abuso de drogas, también han vivido condiciones que las sitúan en contextos graves de vulnerabilidad, han estado y están en los márgenes del sistema (no tienen garantizados derechos mínimos como el acceso a una vida libre de violencia, alimentación, educación, trabajo, salud, vivienda, acceso a la justicia). Sus testimonios son usados para inspirar miedo y así incitar acciones preventivas e inhibir acciones riesgosas, en esta lógica se inserta el eslogan ‘En el mundo de las drogas no hay final feliz’. Seré clara: la vida de las personas en situación de calle no está para darnos lecciones morales de qué hacer o no.“Por otra parte está el porno inspiracional, es decir, el uso de desventajas como inspiración para alentar o motivar a quienes no las viven. Esto está reflejado en los testimonios de éxito de deportistas o artistas que aún siendo usuarios problemáticos de sustancias recibieron tratamiento y ahora son modelos a seguir. “Si él o ella pudo, yo también” es un mensaje peligroso que desdibuja barreras y desigualdades sociales para poner el acento únicamente en el individuo”. Texto completo aquí: https://documenta.org.mx/blog-documenta/2020/03/26/entre-prejuicios-y-estigmas-avanza-la-estrategia-nacional-de-prevencion-de-adicciones/.¿Cómo pasó el gobierno de centrar la anterior de estas campañas en escuchar a los jóvenes para interesarse por sus temas, a una que estigmatiza a personas en situación de calle?La respuesta, dicen, es que el famoso doctor Lammoglia, que hasta oficina tiene en Palacio, le sigue la corriente al presidente López Obrador, que quiere exponer víctimas sufriendo. Y que no hay dios en el sector Salud que contradiga a ambos. Por eso el enfoque de derechos no tuvo un final feliz.