Viernes, 22 de Noviembre 2024

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El discurso anticorrupción se hace (todavía más) chiquito

Por: Carlos Loret de Mola

El discurso anticorrupción se hace (todavía más) chiquito

El discurso anticorrupción se hace (todavía más) chiquito

Un integrante más del equipo de trabajo del presidente López Obrador renuncia a su cargo denunciando corrupción. No la corrupción del pasado, de la que tanto le gusta hablar al presidente, sino la del presente, la que prefiere no abordar.

Jaime Cárdenas no duró cuatro meses al frente del Indep, el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado. Se fue porque encontró corrupción y el presidente le retiró su confianza.

Lo contó Jaime Cárdenas a Ricardo Rocha en una entrevista. El brutal testimonio desbarata el supuesto talante anticorrupción que tanto presume tener el primer mandatario.

Cárdenas recibió un instituto del obradorismo. Lo solía encabezar Ricardo Rodríguez Vargas, frecuente figura de las conferencias mañaneras presidenciales. ¿Qué encontró Jaime Cárdenas cuando llegó? Subastas arregladas, mutilación de joyas, favoritismo a empresas y extraños manejos de dinero. Eso lo expresó en su carta de renuncia.

En la citada entrevista, entró a detalle: relató que su expectativa era que el presidente lo escuchara, pero que sus cuestionamientos causaron molestias y la pérdida del respaldo del presidente. Mi lealtad no es ciega, remató.

Y ante esto, ¿cuál es la reacción presidencial? Mofarse del que fue su colaborador, desdeñarlo: “No le entró… para ser servidor, sobre todo en la transformación, se requieren ganas… la administración pública exige entrega y fatiga”.

Más allá del meme natural que desata la paradoja -roban en el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado-, estamos frente a un caso que una vez más desnuda que no existe la lucha anticorrupción del presidente López Obrador cuando se trata de su propio gobierno. Que el presidente recorre con soltura el camino fácil de acusar a sus adversarios, pero no da un paso en la empedrada y dolorosa ruta de limpiar la corrupción del presente. Lo primero lo hace cualquier político, lo segundo es lo que diferencia a los estadistas. Varios Píos y Bartletts después, ya sabemos de qué lado se pone López Obrador.

SACIAMORBOS

1.- Últimamente se da mucho eso de que la mejor oposición surge dentro del mismo partido. El pleitazo entre los aspirantes a dirigir Morena es un ejemplo perfecto. Pero también dentro del PAN.

Las primeras resistencias ante el regreso de Ricardo Anaya surgieron al interior de las filas de Acción Nacional, y concretamente de un par gobernadores que nunca fueron cercanos al excandidato presidencial y no están dispuestos a hacerse a un lado y dejar pasar.

2.- Imagine la cara de los embajadores de las naciones integrantes de la ONU cuando el presidente de la economía número 13 del mundo, miembro del G-20, país líder latinoamericano, aparece en video ante la Asamblea General y dice: “Había un avión presidencial, existe, está en venta, ya lo rifamos, y todavía vamos a venderlo”. Eso, claro, después de mostrarse orgulloso de que el dictador italiano, Benito Mussolini (cuyas atrocidades motivaron, entre otras cosas, la creación de la propia ONU), tenga ese nombre de pila en honor al héroe mexicano Juárez.

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