«¿Qué hubieran hecho ustedes?», preguntó Peña Nieto en 2017 cuando el gasolinazo generó protestas y un descontento unánime entre los mexicanos: ese año el litro de la gasolina regular pasó de 12 a casi 16 pesos. En ese entonces, Peña Nieto eliminó el subsidio a las gasolinas -que consistía en absorber el impuesto especial denominado IEPS- para así ajustarse a los precios internacionales del petróleo que son iguales para todos los países. En una lógica simplificada, entre más caro el petróleo, más cara la gasolina y viceversa. Ese ahorro, prometió el priista, se iría a obras sociales, infraestructura y salud. Lo que ha hecho este año Andrés Manuel López Obrador es justo lo contrario: regresó el subsidio a las gasolinas para contener el alza en el precio del petróleo por la guerra en Ucrania. Hoy el litro de gasolina regular debería costar alrededor de 27 pesos, y la premium cerca de 28. El gobierno federal dejó de cobrar a los automovilistas 5.4 pesos por litro de gasolina regular y 4.6 pesos por la premium, es decir, lo que corresponde al IEPS. Uno pensaría: qué bueno, este gobierno evita un golpe a los bolsillos de los mexicanos. Sin embargo, ¿quién paga esa diferencia por litro? También nosotros, sólo que de forma indirecta. Al exentar el cobro del IEPS en las gasolinas, el gobierno federal abre un boquete en sus finanzas que superaría los 300 mil millones de pesos si lo mantiene todo el año. El dinero de este impuesto, por lo general, debe destinarse a temas de salud como diabetes, obesidad y cáncer. En pocas palabras, el precio actual de la gasolina, que de por sí ya registra un aumento, se mantiene artificialmente por debajo de su costo real, pero eso no significa que lo dejaremos de pagar, pues habrá menos dinero para servicios públicos e infraestructura. No sabemos cuánto resistirá este subsidio del gobierno mexicano a los combustibles. El precio del barril de petróleo supera los 100 dólares y podría duplicarse con los efectos de la guerra. Por eso cuando AMLO asegura que «el precio de la gasolina es de los precios más bajos en el mundo» habría que matizar: la estamos pagando de manera indirecta, lo que se llama un impuesto regresivo. El Presidente optó por la salida con menos costo político a diferencia de su antecesor. Y aquí viene el dilema: pagamos el costo real sin subsidio de la gasolina o mantenemos un precio artificial que nos pasará factura más tarde. A nadie le gusta pagar la gasolina cara ni padecer un servicio de salud deficiente, pero aquí es donde les pregunto: ¿qué hubieran hecho ustedes?