Martes, 26 de Noviembre 2024

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El desafío es comprender(nos)

Por: Augusto Chacón

El desafío es comprender(nos)

El desafío es comprender(nos)

“Vámonos entendiendo”, forma coloquial para zanjar una disputa, implica que los argumentos no son comprendidos o no hay voluntad de entenderse o de hacerse entender, o que la alegata está atravesada por el prejuicio de que ni siquiera vale la pena intentar que el otro entienda. Tal vez en México lo que necesitamos es un clamoroso: ¡vámonos entendiendo!

El presidente ha construido su código de comunicación con una carga intensa de sobreentendidos (suyos) y de simplezas: el país necesita erradicar elementos del pasado, y él decide cuáles; supone que todo debe quedar en animación suspendida mientras los emisarios de ese pasado dejan de obrar su maldad (el neoliberalismo, los conservadores, sus adversarios, la mafia del poder); en tanto, para dizque paliar los males que nos aquejan mienta un concepto-gesto que para él es remedio: la fraternidad universal. Qué alivio sería poder exclamar, y que él esté dispuesto a escuchar: a ver, presidente ¡vámonos entendiendo! La pobreza crece, matan y desaparecen a mucha gente, la confianza necesaria para que la economía tenga una base sólida se está reblandeciendo (aunque diga que la inversión extranjera rompe récords, debería mencionar, para irnos entendiendo, que también rompe marcas la fuga de divisas), el estado de derecho es una entelequia y el Estado, que él encabeza, cada día pierde el control de más zonas del territorio, a favor del crimen organizado.  

Ciertos códigos de la comunicación pública, en boga todavía no hace mucho, están rotos porque el objetivo de valerse de códigos compartidos, el bien común, se quebró aún antes; quienes ahora son emisores de mensajes políticos no les interesa ser, a la vez, receptores, como náufragos, lanzan su botella al mar ¿quién la encontrará? No importa: arrojan su mensaje enfrascado, su ambición es ver y estar para sí mismos. Hoy, el sistema de signos y normas que permite formular y comprender mensajes no está al servicio de un fin político, entendida la política como instrumento para atender lo que nos es común, no como excusa para que compitan quienes anhelan apropiarse de lo público, por codicia, por poder, y hacer pasar su afán como de interés general. Todo lo articulan alrededor de individuos en soliloquio, el entorno es ornamento, ellas y ellos hacen lo que hacen y son lo que son no obstante el medio, social, económico y cultural.

El gobernador de Jalisco apunta sus baterías, poderosas, para desmontar al poder fáctico que, asegura, gobierna a la Universidad de Guadalajara desde hace tres décadas. Debemos entender que a lo largo de una generación, la Universidad ha graduado a decenas de miles de licenciaturas y postgrados, a centenas de miles de preparatoria, y ha convocado a millones a su Feria del Libro, una multitud de ingenuos incapaz de reconocerse juguete de la mala entraña de una mafia que los manipuló, tal como a los sucesivos gobiernos del estado. Si nos atenemos a la fórmula para reponer la conversación: a ver, gobernador ¡vámonos entendiendo! Establezcamos un diálogo desde lo básico: hay un mensaje, alguien lo emite, otro lo recibe, y viceversa, y elijamos las materias cuyo tratamiento en la arena pública podría benéfico para el colectivo. 

No es tan simple como decir: pasemos del código Morse a los intercambios cuánticos de la súper computación, o sea: no es cosa nomás de adaptarse a modos nuevos. No. Porque adaptación denota un monto grave de inercia, de dejar que todo -porque sí, por quién sabe qué, por costumbre- se acomode. Para que la exigencia ¡vámonos entendiendo! tenga efecto sería menester que la intención por lograr entendernos sea profunda en todos los componentes de la comunicación: en quienes demandan recomenzar por comprender de qué se habla, para qué y para quién, así como en aquellos a quienes va dirigido el grito de auxilio. 

La Universidad de Guadalajara saca de su santabárbara el arsenal del que dispone y distribuye en el campo a sus generales, pero sobre todo a la infantería que la provee de su arma más vistosa para bregar con políticos: la cantidad de marchantes que puede desplegar. Reclama que el gobernador ha vilipendiado algunos de sus bastiones: la autonomía que tiene consagrada, su presupuesto y, cómo no, su dignidad: que retiemble en su Centro Guadalajara. Entonces: a ver, Rector ¡vámonos entendiendo! En conjunto, la sociedad y usted, la Universidad, hagamos un recuento, usemos la milenaria mayéutica: el fenómeno de la educación superior, la media superior y la investigación y la extensión, más su administración, en la UdeG ¿suceden según lo que Jalisco necesita y las sucesivas rectorías han pregonado? Si no ¿se debe únicamente a la falta de dinero, a los periódicos desencuentros con el Poder Ejecutivo? ¿Es perentorio que en el s. XXI la Universidad mantenga la acendrada tradición de maridarse con un partido político? El que sea, del PRI, el más longevo en ese amasiato, a Hagamos, sin olvidar al PSUM y al PRD; y si no es cosa de la Universidad ¿por qué muchos de sus más conspicuos personajes actúan como que si programa de aquélla fuera?

Pero, lo sabemos, ese “vámonos entendiendo” es fútil orientado a la clase política. En todo caso, debemos dirigirlo a nosotras, a nosotros: vámonos entendiendo entre nos. Estar permanentemente obligados, o al menos de manera recurrente, a optar entre si queremos o no al presidente, o si nos parece que el gobernador tiene razón y el Rector no (o viceversa), etc., a lo único que conduce es a dar vigencia a las reglas del juego de quienes se aprovechan de reducir la política a un tema: elegir bandería, como en el futbol, y que cada cual termine, archipiélago de individuos, por lanzar su propia botella al mar, para ver si algún día…

agustino20@gmail.com
 

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