El jueves pasado asistí al concierto del grupo islandés Sigur Rós en el Auditorio Telmex. Considerando que el concepto de la puntualidad tapatío es todo un asunto a resolver, el concierto empezó gratamente a tiempo. Me encontré un auditorio impecable, un escenario perfectamente aforado, la escenografía preciosa hecha con cuerdas entretejidas de arriba hacia abajo dando la impresión de estar dentro de algún instrumento de cuerdas por el que se colaba el sonido particular y bello de la banda de rock psicodélico o post-rock. Apenas inició el concierto y lo que me empezó a sorprender (debería ya estar acostumbrada) fue el terrible comportamiento del público.Hace tiempo que pienso en la formación y educación de públicos como una asignatura pendiente del civismo, ahora pienso que es urgente la formación y educación humana al respecto del derecho al otro. El otro, es ese personaje que tenemos sentado al lado -brazo con brazo- en la butaca y tiene derecho a escuchar su concierto en paz sin tener que voltear de manera incómoda -perdiéndose su canción favorite-, para hacerle notar (este sí de manera prudente) al que platica -no digamos por debajo de la música “cuchicheando” sino por encima de esta- haciendo valer su derecho a “pasarla bien” porque está en un concierto, y a eso se va a un concierto. No. A un concierto se va a además de a pasarla bien, a disfrutar, a enmarcar un recuerdo o a evocar alguno, a encender los sentidos y a considerar lo que para el otro es importante. Sino, uno se queda en su casa y prende el YouTube y pone un concierto en vivo de la banda y punto.La gente que abre bolsas de papas, destapa latas, ve el celular/llama por teléfono/recibe mensajes (serán urgentes) con la pantalla totalmente alumbrada no se entera de que vive en sociedad. Esta es la misma gente que se cree dueña del evento y que al salir de la sala deja su asiento hecho un desastre bajo la excusa de aquí hay gente que lo limpia. El otro, tiene derecho a salir al estacionamiento de manera ordenada y que no le avienten el coche porque el personaje con prisa tiene que llegar a su casa en ese momento (quién no a esa hora). No. El teatro es una casa, es la casa de todos: artistas, técnicos, burócratas y público y es la parte del público que parece la que más falla dentro de esta ecuación. Anuncios previos al concierto van y vienen, diría mi madre: a la gente le entra por un oído y le sale por otro.El valor del porque puedo, porque vengo a estar bien, porque me toca divertirme, porque me habla mi papá por teléfono, porque tengo hambre, porque me da sed, porque hace mucho no estaba con mis amigos, porque lo que sea no está por encima del otro que también va a estar bien, también le toca divertirse, también está saliendo de su rutina con amigos o de la mano de su pareja y también probablemente tenga hambre y sed a esa hora. He escuchado mil veces en distintos contextos que a la gente no le es natural acordarse de lo que para el otro es importante.No, no es natural hacer muchas cosas que hacemos los humanos y sin embargo las hacemos y nos construimos tanto en lo personal como en lo colectivo de manera más humana, nos engrandece pensar desde uno mismo en los deseos y comodidades del que nos rodea. Proveerse a uno mismo un rato de esparcimiento es fundamental, pero ojo, hay espacio y tiempo para todo. La próxima vez que vaya a un concierto seamos el otro y pensemos en nuestro gozo y en el gozo colectivo. Por favor.argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina