Desde el inicio de MiBici Pública en Guadalajara, en 2014, se han robado 566 bicicletas. Sí, yo también me escandalicé. No lo creía. De hecho llamé a la Agencia Metropolitana de Infraestructura para la Movilidad del AMG para confirmar su respuesta de transparencia. La cifra, me dijeron, es correcta. Otro dato inquietante: en todo el sexenio pasado se robaron sólo 30 bicicletas. En este sexenio suman 536 hurtos. La diferencia es abismal. ¿Por qué? Una explicación lógica es el aumento de usuarios y bicicletas públicas. Pero ni así cuadran los números. MiBici inició en 2014 con 860 bicicletas y ese año se robaron sólo dos. Hoy cuenta con tres mil 972 velocípedos y el año pasado se robaron 92, pero el año previo (2022) hurtaron 166 bicis, la anualidad con más reportes. Tengo una hipótesis que quiero debatir con ustedes. ¿Han escuchado sobre la “teoría de las ventanas rotas”? Surgió en 1969 a partir de un experimento psicosocial realizado por el profesor Philip Zimbardo de la Universidad de Stanford. Se trató de lo siguiente. Colocaron dos automóviles idénticos en la vía pública, uno en un barrio problemático, el Bronx de Nueva York, y otro en Palo Alto, una zona próspera y segura en California. A las pocas horas vandalizaron el carro en el Bronx. Perdió llantas, motor, espejos, estéreo y en resumen lo desvalijaron. En cambio, el vehículo en Palo Alto se mantuvo intacto. Eviten saltar a una conclusión precipitada y clasista porque el experimento no acaba ahí. Los psicólogos sociales rompieron una ventana del vehículo en Palo Alto. A las pocas horas, el auto quedó reducido a las mismas condiciones que el del Bronx. ¿Por qué un vidrio roto desencadena acciones vandálicas en un vecindario supuestamente seguro? Una ventana rota, concluyeron los especialistas, transmite la noción de abandono, desinterés y deterioro, una idea que se alimenta y multiplica con cada nuevo acto vandálico. Así se rompen los códigos de convivencia y se infringen las normas sociales porque “a nadie le importa”.Por eso las pequeñas infracciones -pasarse el alto o conducir a exceso de velocidad-, si no son castigadas, propician faltas mayores y luego delitos paulatinamente más graves. A mediados del año pasado, usuarios de MiBici se manifestaron por el abandono gradual al que llegó el sistema público: pedales rotos o barridos, asientos desvencijados, manubrios sin puño, cambios inservibles, estaciones sin mantenimiento y con fallas en el anclaje. Eso obligó al Gobierno de Jalisco a una ampliación y compra de nuevas bicicletas y refacciones con una inversión de alrededor de 100 MDP. Como usuario de MiBici puedo decir que mejoró un poco, pero aún falta para tener el sistema que disfrutamos en la primera etapa. De ser cierta mi hipótesis, este año debería haber menos robos. Pero se aceptan otras ideas. Prometo revisarlas y tratar de llegar a una explicación más amplia en próximas entregas. Dejo algunas ideas: ¿Qué dice este fenómeno de nuestra relación con lo público? ¿El C5 debería ser útil para prevenir este delito? ¿Cómo se podría fomentar el respeto a un sistema público de bicis? ¿Ocurre lo mismo en otras ciudades de Europa, Estados Unidos y de nuestro país?... jonathan.lomeli@informador.com.mx