Jueves, 21 de Noviembre 2024

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El cliente siempre tiene otra opción

Por: Sergio Oliveira

El cliente siempre tiene otra opción

El cliente siempre tiene otra opción

Paul McCartney dijo que cuando empezaron los Beatles todos estaban contentos con el baterista Pete Best. Sin embargo, cuando éste se enfermó un día, pusieron a Ringo en su lugar y, bueno, su desempeño fue tan superior, que ya no hubo lugar para Pete, en el que probablemente sea el grupo musical más exitoso de la historia. El ejemplo se aplica para todos nosotros. Nadie es insustituible. Aunque todos somos únicos, siempre puede haber alguien mejor. Desafortunadamente hay marcas y distribuidores que piensan que eso no aplica a ellos.

La pandemia del COVID-19 cambió el mundo desde 2020. Con la mayoría de las actividades detenidas, entre ellas la industria automotriz, los problemas de desabasto comenzaron tan pronto las tiendas volvieron a abrir ese mismo año. Con la mayor parte de la producción de microprocesadores comprada por la industria electrónica, los fabricantes de autos vieron su inventario disminuir y, pese al aumento de precios importante, perdieron dinero por el menor volumen desplazado en función de la producción, mucho más contenida.

En la mayoría de los casos los ganadores fueron los distribuidores, quienes ahorraron el crédito revolvente que los hace tener autos en inventario, el llamado “plan piso”. Sin embargo, ya estamos en la segunda mitad de 2024 y aún vemos muchos casos en los que los clientes son maltratados en las agencias que actúan como si estuvieran vendiendo la última cerveza del estadio.

Toyota es la marca que más problemas presenta de ese tipo, aunque no la única. Sí, se entiende que la demanda por sus productos es fuerte, algo natural puesto que hace buenos vehículos, lo que la tiene como el mayor productor en el planeta, con más de 10 millones de unidades vendidas en 2023. También es natural que, si hay una demanda por, digamos, el nuevo Prius, mayor que la capacidad de producción de ese modelo destinada al mercado mexicano, sigan las listas de espera grandes. Pero sí me queda la duda sobre qué tan saludable es que siga siendo así más de cuatro años después del inicio de la pandemia. ¿No valdría la pena para Toyota aumentar su producción? ¿O será una cuestión exclusiva del mercado mexicano?

Precios y oportunidades

A escala global, se entiende por qué Toyota no quiere aumentar mucho su producción. En la primera década de este siglo, mirando el liderazgo mundial en fabricación y venta de vehículos, la marca japonesa pisó fondo al acelerador. Contrató a trabajadores de la competencia -algo que en Japón, al menos en esa época, no sólo no se usaba, sino que era mal visto- y abrió nuevas fábricas en muchas partes del mundo. Como la prisa es enemiga de la perfección, los problemas de calidad no tardaron en aparecer, siendo la aceleración involuntaria de varios modelos -entre ellos los Camry, en Estados Unidos- el principal, que llevó a un llamado a revisión de más de nueve millones de vehículos. Justo un problema de calidad, la virtud más alabada de Toyota. No quieren tener prisa de nuevo.

Pero el mundo era muy diferente en 2009, cuando ese problema salió a la superficie. Hasta un año antes, Estados Unidos era el mayor mercado del mundo y sus marcas, principalmente General Motors, los rivales a vencer. Justo esos enemigos también cayeron en la arrogancia y, por adelantarse al mercado y dedicarse a construir casi exclusivamente grandes camionetas y SUVs, no estaban preparados para el aumento del precio del petróleo que forzó el mercado a buscar alternativas más económicas en precio y en consumo.

Hoy, al menos en México, sigue siendo casi imposible comprar un Toyota híbrido de contado. Elegir color, olvídalo. ¿Entrega inmediata? Sólo en modelos de no muy alta venta.

Si todo esto se mantiene, incluso cuando la pandemia ya es cosa del pasado, ¿por qué la gente aún compra Toyota? Primero, por su fiabilidad, en promedio superior a casi todos los demás. Luego, por su precio. Mientras una RAV4 cuesta, en su versión base, 572 mil 800 pesos, una Honda CR-V sale por 741 mil 900 pesos. Suena a ganga. El detalle es que, cuando pones financiado, Toyota tiene una tasa de 15% y Honda de 9.9%. 

En un financiamiento a cuatro años, el costo será prácticamente el mismo y con Honda no hay que esperar varios meses por llevar su camioneta. Tampoco con Mazda, ni con Ford. Hay opciones. El que está contento con Toyota mañana podrá estarlo con otra marca y, peor aún, pasará a estar descontento con la marca que antes quería.

oliveiraserg@gmail.com

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