Jueves, 28 de Noviembre 2024

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El caos como regla

Por: Luis Ernesto Salomón

El caos como regla

El caos como regla

Algunos personajes públicos parecen inducir deliberadamente un caos para concentrar decisiones. Se trata de una estrategia de actuación sustentada en el análisis y no de simples caprichos. La actuación de Elon Musk en la compra y gestión de Twitter es un ejemplo de ello. 

Tradicionalmente se ha considerado que los acontecimientos se relacionan entre sí de forma lineal, y que actuando en un sentido en el presente se determina el curso del futuro; pero la teoría del caos sostiene el deseo de romper los límites de los sistemas clásicos abriéndolos a un nuevo tipo de análisis en el que la información se crea intencionalmente en lugar de simplemente difundirse. Así el caos se considera más fecundo que el orden, la incertidumbre se privilegia por encima de la predictibilidad y la fragmentación se considera como una realidad que las definiciones tradicionales negarían. El caos se induce comunicando hechos o intenciones mediante el lenguaje. La forma cómo se comunica la intención de volar una presa en Ucrania puede afectar una elección en Arizona, por poner un ejemplo.

El comportamiento caótico es natural en la física y la biología, o en las decisiones financieras, y es motivo de estudio para tratar de encontrar ciertos patrones. Estos actores de la vida pública parecen empeñados en inducirlo con el propósito de concentrar la toma de decisiones. No es un fenómeno nuevo, pero si cada vez más frecuente: Donald Trump, Vladimir Putin, Jair Bolsonaro y ahora de Elon Musk son ejemplos actuales. Ninguno ignora la importancia de las reglas, ni son ajenos a la enorme responsabilidad que han ejercido, sino que han convertido intencionalmente a su entorno en un ámbito sin reglas aparentes en donde todo debe ser decidido por ellos mismos.

Musk compró una empresa relativamente pequeña en comparación con otros gigantes tecnológicos, pero con una importancia desproporcionada en la vida cotidiana, la cultura y la información en el mundo. Twitter lo usan quienes detentan el poder público, los activistas como un medio de insurrección y protesta, además de ser fuente de información para los medios de comunicación tradicionales. Es decir que lo que sucede en Twitter trasciende a la Internet y afecta la economía y la política. Tener el control de una empresa así otorga una enorme influencia. Pero Musk no solamente la adquirió, sino que decidió, desde el primer momento, implantar un régimen que hace impredecible lo que sucederá con ella, volviéndose aun más poderoso. Sigue un plan sabiendo claramente a dónde va, y de eso se trata: al desconcertarnos, se empodera. 

En el reino del caos comunicativo lo más importante es mantener la iniciativa de las decisiones a las que la mayoría está atento. Es decir, mantener un control sobre la agenda de la comunicación en el espacio en donde se detenta la influencia. Eso es lo que hacen los personajes que usan esta perspectiva: se adueñan de los temas para concentrar las decisiones. Y para ello crean un debate impredecible: Musk anunció la compra luego de rehusarse a cumplir con una oferta hecha formalmente, dijo que formaría un comité para regular contenidos que no hizo, apoyó a los republicanos en las elecciones intermedias públicamente, sin ser un militante conservador, y se involucra en disputas personales.  

Esta perspectiva asume que el comportamiento y las decisiones no necesariamente tienen una relación de causa y efecto predecible, y que la agitación de debates incidentales puede producir efectos que concentren poder.  El peligro de inducir el caos es que, al mismo tiempo se provocan hechos tan indeseados como imprevistos a los que han de enfrentarse. Trump ha fracasado en su intento de prolongar su gestión, Putin seguramente está considerando sorprendernos un día de estos para inducir incertidumbre que le beneficie, mientras Musk nos tiene atentos a sus decisiones;  todos ellos están expuestos al mismo caos que han inducido, en que nos llevan a todos, porque el mundo les pone atención por su poder y por el peligro que representan. Inducir el caos como sistema desafía al humanismo al concentrar el poder con riesgo de rebasar los límites de la dignidad. La tentación de crear caos a base de mentiras es constante.

luisernestosalomon@gmail.com

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