Muy mal la debe estar pasando el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), Marcelo Ebrard Casaubón, en los últimos meses que su jefe el Presidente Andrés Manuel López Obrador empezó por ignorarlo en la designación de embajadores y luego se enrrachó dinamitando con su discurso la tradición y el reconocimiento de la diplomacia mexicana en el mundo.Nada que ver hoy el estatus del canciller que arrancó el sexenio como el más cercano operador de AMLO, invadiendo funciones por encargo presidencial de otras secretarías que lo hacían ver como el vicepresidente de México de facto.Entre las misiones que le encargaron estuvieron el manejo de la crisis migratoria de centroamericanos con el anterior gobierno estadounidense de Donald Trump, por cuyas presiones López Obrador tuvo que endurecer el trato con los migrantes traicionando sus promesas de tránsito libre e inaugurando a la Guardia Nacional para contenerlos. Luego vino la indicación de que se hiciera cargo de la contratación de las compras de vacunas por la pandemia del Covid-19 con las que se adornó diciendo “misión cumplida”.Hasta ahí parecía que el inquilino de Palacio Nacional fortalecía la ruta de Ebrard como su más probable sucesor en agradecimiento a la renuncia que en 2012 hizo a su aspiración presidencial para dejar el paso libre a López Obrador a su segunda candidatura por el gobierno de México.Pero el calvario para el titular de la SRE inició cuando los afectos del caudillo del gobierno de la autollamada cuarta transformación se empezaron a inclinar por la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, como la mejor garante de su proyecto de Nación.Vinieron entonces en cascada los escándalos en el ámbito de las Relaciones Exteriores que afectaron gravemente la reputación del canciller por quedarse callado e inmóvil, o como diría se jefe, como florero ante tanto estropicio diplomático. Poco o nada pudo hacer en la crisis por el fallido nombramiento del presunto acosador Pedro Salmerón y su improvisada sustitución por la ex senadora y activista Jesusa Rodríguez. Se vio sorprendido luego por la sugerencia presidencial de “pausar” las relaciones diplomáticas con España; por el reclamo de “injerencista” que hizo al Secretario de Estado del gobierno estadounidense, Antony Blinken; y más recientemente por el culebrón que armó al llamar “borregada” al parlamento de eurodiputados, que al igual que el funcionario norteamericano advertían del riesgo del ejercicio periodístico en México y del acoso oficial a las voces críticas al su gobierno.Lo del reclamo del penacho de Moctezuma al gobierno de Austria y la representación oficial de facto con el gobierno argentino que hizo la esposa del presidente, la señora Gutiérrez Müller, no fueron más que las últimas espinas del calvario del canciller que de seguir por esa ruta no podrá transitar más el camino de su aspiración presidencial.jbarrera4r@gmail.com