El botón de emergencia fue una buena idea comunicativa. Imaginemos a los asesores del gobernador sentados alrededor de una mesa, con cara de circunspectos (si no, no cobran) pensando qué hacer que sea diferente a lo que hace el gobierno federal o el de la Ciudad de México y que provoque temor en la población para que acate las medidas de sanidad necesarias. Ya sé, dijo uno, hagamos un botón de emergencia que si el gobernador lo aprieta se pare todo. ¿Cómo en las películas de El Santo?, preguntó el más viejo. Los jóvenes no entendieron la analogía. Como los trenes de Europa o el Metro de la Ciudad de México, dijo el más aterrizado. Yo me lo imaginaba más como un videojuego, dijo el de la idea, pero sí, como el del Metro, si lo aprietas todo se detiene. La idea fue aprobada por unanimidad y presentada en sociedad a través de un video-regaño: o se portan bien, o aprieto el botón, dijo el gobernador. Y puso los límites infranqueables.Pero la gran idea comunicativa se enfrentó con la realidad. Parar en seco la economía en el Estado tiene implicaciones terribles, advirtieron empresarios y economistas. Pos si no se quieren quemar no se arrimen al fuego, insistió el gobernador y aprovechó para hacer un nuevo llamado a una sociedad cada día más cansada, incrédula y confundida por las contradicciones del discurso federal y el estatal. El momento temido llegó. El indicador de 400 contagios por millón de habitantes encendió la luz amarilla y luego la roja. Apriete el botón, gritaban unos, emocionados con la idea de cumplir la promesa. Ni se le ocurra, alegaron otros, el botón fue una linda idea comunicativa, pero no se le ocurra apretarlo porque nos lleva el tren (la metáfora es contradictoria, pero asimilable). Hoy nuestro héroe tendrá que tomar una decisión. Apretar el botón, cumpliendo a cabalidad su palabra de político envalentonado o hacer política y tomar medidas intermedias entre la creciente emergencia de salud y la cada día más preocupante situación económica. Lo más probable es que sea la segunda. El incremento de casos en el Estado y la dispersión de la epidemia obligan a tomar decisiones restrictivas a la actividad pública y económica. Sin duda en términos de salud dar el botonazo y obligar a un parón de tres semanas sería lo mas conveniente, pero el efecto sobre la economía de los hogares sería devastador. Gobernar no es conseguir votos, portadas o likes en redes sociales; gobernar es el arte de conciliar intereses y administrar contradicciones. La decisión de hoy es un acto de gobierno.(diego.petersen@informador.com.mx)