Sábado, 23 de Noviembre 2024

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El asombroso sacrificio mexicano

Por: Ivabelle Arroyo

El asombroso sacrificio mexicano

El asombroso sacrificio mexicano

No ha sido fácil. Hay quienes han destinado horas de sueño a esperar en fila, mientras otros han tenido que estirar su gasto semanal. Algunos han bajado temporalmente la cortina de su negocio y todos han aprendido a olfatear gasolinerías abiertas. Ciudades enteras han bajado su ritmo económico y familias completas han pasado angustia por la falta de combustible o la reducción de sus ingresos.

No ha sido sencillo y las historias abarcan un rango que va desde el orgullo por el aprendizaje (el sobreuso del automóvil y el innecesario gasto en movilidad de lujo), hasta el dolor de ver una fuerte inversión esfumarse hasta el punto de poner en riesgo la viabilidad de una empresa (la feria de León es un ejemplo).

Falta medir los impactos inflacionario y presupuestal, pero quedémonos por ahora con el saldo negativo del desabasto de gasolina en la vida cotidiana de miles de mexicanos. Cientos de miles. Millones, quizá.

Porque ese impacto en la cotidianidad ha traído consigo un fenómeno colectivo asombroso: la idea del sacrificio. Las encuestas lo confirmaron, no queda duda de que mucha gente apoya en esto al Gobierno mexicano. Una importante mayoría no ve el desabasto como un problema o una crisis, sino como un sacrificio. Las filas en la gasolinería y el gasto extra son una aportación al futuro.

Esto es sorprendente. Sorprendente e inquietante al mismo tiempo: una sociedad está dispuesta a sufrir medidas concretas para acabar con un problema que para el ciudadano común es abstracto. Están dispuestos a dar de lo suyo para un futuro que también es abstracto.

Me explico. El Gobierno de México sufrió durante muchos años una sangría millonaria en los ductos de la empresa estatal más grande del país y más importante para el presupuesto público. De esa empresa agujerada y robada, sale dinero para el Gobierno, para programas sociales, para elecciones, para gobiernos estatales, para educación productiva y también para la ineficiente, para la clase política abusiva, para sindicatos, para infraestructura, para trabajadores honestos y deshonestos. De esa empresa, en suma, sale dinero que el Gobierno usa para mantenerse y para distribuir. Y ojo, los mexicanos de a pie tienen márgenes microscópicos (y todos indirectos) de control sobre ese dinero.

No estoy construyendo un argumento para defender a criminales y ladrones. No, entre más roben, menos queda para mantener al Gobierno y más poderes fácticos violentos hay.

No, a donde quiero llegar es a lo asombroso del sacrificio individual dada la naturaleza indirecta del daño (una empresa gubernamental era robada) y del beneficio (el Gobierno tendrá más recursos).

Porque miren, esos mexicanos bien intencionados, honestos y patriotas están haciendo un sacrificio familiar, personal, laboral, medible, loable y concreto, para que al Gobierno no le roben, para que el presupuesto sea más grande, y por lo tanto, para que el poder tenga más dinero, con la muy discutible idea de que eso hará que el futuro sea mejor. ¿No es asombroso?

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