Jueves, 21 de Noviembre 2024

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“El amo de Jalisco”, ¿en qué se basa?

Por: Jonathan Lomelí

“El amo de Jalisco”, ¿en qué se basa?

“El amo de Jalisco”, ¿en qué se basa?

Leí “El Amo de Jalisco” del periodista Ricardo Ravelo cuya presentación fue cancelada en Guadalajara en el marco de la FIL. Su autor acusó censura del Gobierno de Jalisco. Hasta ayer era el libro más vendido de Amazon. También está disponible en librerías y circula ilegal y profusamente en chats.

El rigor de un trabajo periodístico se mide por la calidad y variedad de sus fuentes para probar una hipótesis, en este caso, un presunto narcogobierno encabezado por Enrique Alfaro.

De esta manera, “El Amo de Jalisco: un Gobierno con estructura criminal” (Inefable, 2023) echa mano de fuentes hemerográficas, documentales, orales y anónimas. Por falta de espacio me centro sólo en las últimas pues protagonizan una parte central del libro y son materia de mayor polémica.

Como fuentes anónimas desfilan policías, ministerios públicos, periodistas locales, agentes de la DEA, funcionarios, políticos, empresarios. Y en particular “Edgar”, un supuesto criminal condenado y testigo protegido en EU que rindió testimonio en 2021. Ravelo me aseguró que lo entrevistó y éste desveló parte del presunto tráfico de influencias, lavado de dinero y negocios millonarios en el Poder Judicial de Jalisco que plasmó en su libro.

El autor emplea a menudo expresiones como “aseguran en los pasillos de la Fiscalía”, “se afirma”, “de acuerdo con informes consultados”, “... asegura extraoficialmente un empresario que prefirió el anonimato”, etcétera.

En periodismo las fuentes anónimas se recomiendan con criterios de excepcionalidad y sujetas a posterior verificación. En este caso, Ravelo sostiene que es un recurso más ante la dificultad y riesgos del tema que abordó.

Esta parte de la investigación exige más cuidado del lector. Las fuentes a veces mienten -incluso las víctimas- por dolo, ignorancia, miedo, rencor, descuido o error. Y el incentivo para mentir es mayor si no deben identificarse. Siempre “A” ofrecerá la peor versión de “B” si lo considera su enemigo u objeto de su antipatía. Reza la máxima periodística: si tu madre te dice que te ama, verifícalo.

Las críticas al trabajo de Ravelo y otros periodistas como Anabel Hernández se basan justamente en señalar un abuso de este recurso. De ahí que se haga mención a una cierta ficcionalidad o inventiva en los márgenes de lo verificable: que sea verosímil o creíble no significa que sea verdad. En este caso, cada lector debe ponderar la información según su juicio, el crédito profesional que atribuye al periodista y la simpatía o rechazo de los protagonistas de la historia. Un aspecto completamente subjetivo.

“No se puede traducir como una irresponsabilidad; es un recurso”, me recalcó Ravelo con total apertura ante esta crítica. Y aludió al peligro que entraña su investigación: ¿de qué otra manera podría asomarse al poder de un presunto narcoestado como el que describe?

En mi caso desconfío de las fuentes anónimas pero reconozco que son necesarias e incluso útiles en ciertos contextos. Por eso comparto el siguiente punto para la reflexión.

Si la Fiscalía del Estado de Jalisco hubiera resuelto casos paradigmáticos como el asesinato del ex gobernador Aristóteles Sandoval o el atentado contra la periodista Susana Carreño; si no dominara la impunidad en desapariciones, homicidios, narcofosas, masacres, delitos financieros y fraudes, no habría periodistas como Ricardo Ravelo que han suplido las tareas del Estado en indagatorias criminales como las que aborda “El Amo de Jalisco”.

En la columna de mañana ofrezco algunas claves del libro, los temas que desarrolla, los personajes más relevantes que señala y mi experiencia como lector y periodista.

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