La Guadalajara de los primeros dos siglos, que nunca llegó a veinte mil habitantes, sacaba el agua de pozos, manantiales y ríos, de los que estaba rodeada. Solamente el río de San Juan de Dios era más o menos permanente, pero estaban al alcance las fuentes del Agua Azul y las de Toluquilla, además de las acequias naturales que bordeaban la ceja poniente de la actual Calzada Independencia. Cuando la ciudad creció, en el siglo XVIII, se hizo necesario construir un acueducto que trajera a la ciudad las aguas de los Colomos, frescas y abundantes, obra de ingeniería hidráulica realizada por el franciscano Pedro Buzeta.Pero cuando la ciudad rebasó todos sus antiguos límites ya no hubo recurso que bastara y comenzó a padecer una constante escasez, limitándose igualmente su prosperidad económica, ya que una nueva industrialización requería de aguas más abundantes y aseguradas. Fue así que decidió echar mano de las aguas de Chapala, por más que dicho recurso estuviera a cuarenta kilómetros de distancia. Pero parecía infinito e inacabable, así que Guadalajara se permitió cuanto abuso le vino en mente el resto del siglo XX y lo que va del XXI, hasta situarnos ante la problemática que hoy tenemos.La solución al problema del agua tiene que ser multifactorial e interdisciplinaria, con soluciones bien planeadas a corto, mediano y largo plazo, incluye la suspensión temporal e inmediata de todo permiso de construcción para nuevos fraccionamientos o edificios habitacionales en toda el Área Metropolitana de Guadalajara, inversión prioritaria en la sustitución de redes viejas o dañadas, educación cívica permanente sobre el uso del agua, acompañada de sanciones específicas que sí se apliquen, ampliación del sistema de pozos de absorción de agua de lluvia, rescate de las presas ya existentes, tratamiento efectivo de las aguas residuales, revisión del manejo que hacen todas las industrias y empresas cuyo negocio tiene al agua como principal factor productivo, desarrollo de nuevas tecnologías para la generación de agua, regionalización de las soluciones, aún dentro de la misma área metropolitana.Todo este programa requiere capacidad de diálogo por parte del gobierno y de sus equipos, se hace necesario “deszapotillizar” la cuestión del agua, pues el tema de esta presa ha constituido un nudo ciego que cerró toda otra posibilidad, y ha dejado en la sociedad la sensación de no tener un gobierno que defienda sus legítimos intereses, pese a los abundantes y bien fundados cuestionamientos que han surgido desde la universidad pública, y desde otros diversos analistas que en lo público y en lo privado han tratado de ser escuchados; se trata de instituciones y de expertos por la actualidad probada de sus conocimientos, pero también de expertos por la experiencia de los muchos años que han dedicado al estudio, análisis, trabajo, y generación de propuestas inteligentes y prácticas.La buena noticia es que las cosas están realmente cambiando. El presidente de la República despejó la bruma, separó la presa del Zapotillo del problema de abasto de agua para Guadalajara, y así, proyectos serios y bien pensados que se habían dejado en el olvido, ahora son nuevamente asumidos como una solución práctica, lógica y efectiva al problema que la zona metropolitana ha venido padeciendo.armando.gon@univa.mx