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El T-Mec está muerto

El T-Mec está muerto
El martes entraron en vigor los aranceles del 25 por ciento a todos los productos que México y Canadá le venden a los Estados Unidos. El gobierno de Donald Trump cumplió su amenaza e impuso los aranceles.
México y Canadá intentaron por todos los medios impedir que se concretarán. En el caso de México, se blindó la frontera norte para que no molestaran a Trump ninguna caravana migrante y se comenzó a detener narcotraficantes y desmantelar laboratorios de fentanilo, los que todavía en el gobierno pasado se suponía que ni existían en México.
México hasta le mandó 29 narcotraficantes históricos que había pedido la justicia en Estados Unidos, para ver si así lograba salvarse de los aranceles. Nada fue suficiente, los aranceles entraron.
Esto significa que el Tratado de Libre Comercio que existe entre México, Canadá y los Estados Unidos ya no existe. Ha muerto.
No se le puede llamar “libre comercio” a una relación en la que cada cosa que cruce la frontera tenga que pagar una cuarta parte de su valor total en impuestos.
La muerte del T-MEC es una lástima, porque significa la cancelación de muchas oportunidades de negocios y de crecimiento para todos los países, para México es una tragedia mayor, ya que el motor de las exportaciones era el único motor que nos quedaba prendido de esta máquina económica.
Estados completos del norte del país, obtienen su dinamismo financiero y productivo, precisamente de la relación que tienen con los mercados en los Estados Unidos. El ponerle trabas como estos aranceles, significará menores oportunidades, menores negocios y un menor dinamismo.
El comercio seguirá, las empresas difícilmente desaparecerán. Lo que ocurrirá es que tratarán de adaptarse a la nueva realidad. Costos más altos, significan precios mayores, menores volúmenes de pedidos y menores ganancias. Menos necesidad de ampliar las plantas o de contratar trabajadores. Menor demanda de materias primas, etc.
Estados Unidos no desaparece. Sigue ahí. Pero eso no significa que no vaya a generar cambios profundos. Para empezar, esos aranceles acaban de matar el poco o mucho atractivo que pudiera haber tenido México con el nearshoring. Simplemente ahora ya no importa que tan cerca se está del mercado norteamericano, para Trump nearshoring significa dentro de los Estados Unidos. No a un ladito, ya fuera México o Canadá.
Trump daña severamente la competitividad de todo el aparato productivo industrial de México y de su propio país. La inmensa mayoría de las compañías y de las inversiones son precisamente norteamericanas. Incrementarle los impuestos es causarle un perjuicio mayor a su propia competitividad.
México, como gran país complemento de los Estados Unidos, se había integrado bien y era una pieza fundamental en el éxito industrial de los Estados Unidos. Estados Unidos, sin México, no podrá hacerle frente a la enorme máquina productiva china.
La frase de que los Estados Unidos se daría un tiro en el pie al poner los aranceles es cierta, pero el daño para México es mucho mayor. Habrá empresas que no solo cancelen sus proyectos de inversión en México, sino que estudien en cuánto tiempo podrían llevarse sus operaciones a Texas o a Arizona.
Ya Honda anunció que la producción de uno de sus modelos más populares, el Honda Civic, en lugar de producirse en nuestro país, se movería a la planta de Honda dentro de los Estados Unidos. Así le darían la vuelta al 25 por ciento de aranceles.
Piense usted en una ciudad media como Aguascalientes, que gran parte de su vida económica depende de la actividad que realiza Nissan en sus dos grandes plantas armadoras. Si algo le pasa a Nissan, Aguascalientes la pasará muy mal.
¡Claro! A menos que Trump recapacite y la presión interna de los grupos industriales logren torcerle el brazo para que elimine esta misma semana, esos aranceles del 25 por ciento que han matado al T-MEC.
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