No sé mucho de danza contemporánea, me gusta el teatro y algo entiendo de política. Esta última, por ejemplo, podría definirla como una danza de intereses actuados al acecho del poder. Por eso me emocionó tanto la obra de danza-teatro “Bestiario, una reflexión sobre el México que nos tocó bailar” de la compañía tapatía Nubem. Lo que intento aquí todos los días, suscitar una reflexión política con palabras, Alejandra, Paulina, Michelle y Beto lo hacen bailando. El sábado pasado caí por casualidad en El Foro 790, un pequeño teatro independiente en Prisciliano Sánchez 790, a unas cuadras del Templo Expiatorio. Una amiga, promotora cultural, nos invitó al final de una comida (yo me debatía entre irme a la cama o descorchar otra botella). En la obra todo ocurre en tres épocas distintas de México: los sesenta, los noventa y la actualidad. Cuatro hermanos, los bailarines, narran con sus cuerpos cada momento histórico. En cada trama temporal los personajes interactúan y encarnan una ideología política en transformación. Si uno pone atención, Beto (31) representa a un aspiracionista que termina en la ultraderecha. Michelle (24) es una socialista que se radicaliza. Paulina (34) representa a la mujer conservadora, doméstica y fiel al status quo mientras que Alejandra (24) pasa de jipi a narcotraficante buchona. La política articula esta reflexión danzada en torno a esos cuatro personajes. Un detonante poderoso de la obra es la composición musical a cargo de Kenji Kishi, ganador de un Ariel por diseño sonoro. En los sesenta escuchamos de fondo discursos de la clase política como Díaz Ordaz, Salvador Allende y comerciales de la época que muchos reconocerán. En los noventa resuenan noticias sobre la matanza de Acteal, los discursos del priato en voz de Salinas, el subcomandante Marcos y otros. En la actualidad escuchamos las mañaneras, a la oposición y todo un compendio sonoro -aquí sólo enumeré unos pocos ejemplos- que, literal, hacen un agujero en el tiempo. Josué Valderrama, director de la obra y ex bailarín profesional, me contó que una espectadora se conmovió hasta las lágrimas por todo lo que evocó en ella la dramaturgia de los audios. El nombre de Bestiario, me explicó Josué, responde a una visión crítica de la política en donde hay una simulación bestial, una polarización bestial y una lucha bestial por el poder. Al final esta pieza de danza-teatro, un género poco común, según me dijo el director, es una invitación a ocuparnos de la política. Bestiario es una forma de hacerlo de una manera distinta. “Más vale aprender de la grilla, el hueso, la polaca y danzar con ellas en lugar de ser sólo un espectador”, dice el programa de mano. A veces uno se siente agotado de tantas palabras o asfixiado por la falta de ellas para abordar una realidad tan convulsa (mientras hablaba con Josué localizaron 45 bolsas con restos humanos adentro de una barranca en la búsqueda de los siete desaparecidos de Zapopan). Ver las palabras convertidas en movimiento, música y poderosos retazos sonoros de nuestra vida pública, se parece mucho a hacer un viaje en el tiempo y regresar de un pequeño letargo. Hoy viernes a las 20:00 horas Bestiario tiene su última presentación de temporada. P.D. Se recomienda maridar esta obra con dos copas de vino tinto previas a la función (el número de copas es enunciativo, no limitativo). jonathan.lomelí@informador.com.mx