El arresto de Ismael “El Mayo” Zambada tendrá repercusiones, pero no en el mundo del narco, sino en la industria del entretenimiento. Netflix ya tiene nueva temporada para Narcos. Fuera de eso, nada más ocurrirá.La cobertura mediática -hasta la indigestión- de la caída del capo en EU, aun sin datos fidedignos del hecho, refleja nuestra fascinación por las historias de capos. Los convertimos en celebridades de temporada. El periodista y académico Oswaldo Zavala plantea una original crítica a la mitología del narco. En su libro “Los cárteles no existen” (2018) desmonta este relato y expone su consecuencia: la naturalización del narco como algo “externo” a nosotros. De este lado, nosotros. Allá en el otro extremo, los “otros”, los narcos y su exotismo, sus jets y sus mascotas africanas. En medio, el Estado que nos “salva” de los cárteles. La estructura de este relato sostiene y refuerza los mitos de “El Mayo”, “El Chapo”, “El Mencho”…El término “cártel”, recuerda Zavala, fue acuñado por la DEA para catalogar a los narcotraficantes colombianos y atribuirles más capacidad de organización de la que realmente tenían. Zavala plantea una tesis temeraria, pero razonable: suponer que el narcotráfico ocurre al margen del Estado es un error. Se trata más bien de un “programa de gobierno”. Con el indiscutible monopolio de la fuerza física, el Estado posibilita su existencia, la regula y la destruye según las necesidades políticas del momento. Su interpretación histórica de la guerra contra el narco de Calderón plantea que, más que un combate, fue una campaña para recuperar la soberanía del Estado sobre el narcotráfico, esa misma que el PRI ostentó siete décadas “pacíficas” como gran regulador del crimen. La mistificación del barón de la droga en la prensa, el cine y la literatura es alimentada por el Estado. Zavala se pregunta: ¿qué sabemos sobre los narcos y sus fantasiosas vidas? Lo que nos cuenta el gobierno y reproducen la industria mediática y del entretenimiento. Esa comprensión limitada del fenómeno criminal aleja del debate la corrupción política y las complicidades, en diferentes estratos, del poder público. Una evidencia de esta complicidad, dice Zavala, es la manera en que el Estado se enfoca en la parte operativa del narcomenudeo en zonas pobres, pero deja intactas las estructuras financiaras y empresariales que hacen posible la circulación trasnacional del dinero sucio. Lo dijo “El Mayo” a Julio Scherer en 2010. Si me entrego y me fusilan, le expresó el criminal, estalla la euforia, pero a los días sabremos que nada cambió. Los capos, remarcó, ya no son figuras únicas: “El narco está en la sociedad, arraigado como la corrupción”. La caída de “El Mayo” tiene mayor relevancia para la industria del entretenimiento. Porque en el mundo del narcotráfico nada cambiará. Como nada ocurrió con la detención de “El Chapo”, Ovidio Guzmán, Caro Quintero, “La Tuta”, “El Marro”…