Se doblaba de dolor en la incómoda silla de acero. Gemía, arqueaba su cabeza y la acercaba a las rodillas tanto como podía mientras una familiar suya atinaba a hacer lo único que estaba a su alcance: sobar su espalda y exigir que priorizaran la atención de esa paciente.La mujer se hallaba en el área de urgencias del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Específicamente, en la clínica 34 ubicada en la Avenida López de Legaspi, en Guadalajara. Y, conscientes de ello, quienes asistían a la mujer -una señora robusta en sus 50- pedían comprensión para que el resto de las personas le permitieran entrar con el médico antes.Al final, así ocurrió. Pero la tortura demoró al menos 40 minutos desde que llegó, expuso con dificultad su padecimiento a la recepcionista (quien rehusó en todo momento cruzar mirada con ella), pasó a que le tomaran la presión y luego fue al área común para seguir soportando en una incómoda silla que, por fortuna, alguien desocupó para ella.Luisa, quien también llegó a esa Unidad de Medicina Familiar, sufría dolores abdominales serios. Se negaba a acudir porque sabía que perdería muchísimo tiempo en espera. Al final, el suplicio agravó y se fue. Entregó sus datos a la misma recepcionista a eso de las cuatro de la tarde y, para las siete y media, seguía escuchando nombre tras nombre… pero ninguno era el de ella. Desistió.Exhausta, adolorida, salió de la clínica y llamó a un médico particular, quien le pidió hacerse un par de análisis para descartar apendicitis. Éste le pidió que comprara dos medicamentos y los tomara cada seis horas para disminuir el dolor en tanto los datos de las pruebas le indicaban cuál sería el tratamiento adecuado.Todo, por fuera del sistema de salud mexico-danés que, según la promesa presidencial, se echó a andar este año. Todo, sin tomar en consideración al tortuoso protocolo de atención que te obliga a soportar por horas el dolor lumbar que generan los asientos fabricados por seres que odian a la humanidad mientras llega tu turno.Un turno que, por cierto, anhelan decenas de pacientes más sin importar la hora, el día o la clínica que te corresponda.Porque si algo es seguro en México es que, con López Obrador o sin él al frente del Gobierno federal, cada área de urgencias en el IMSS estará abarrotada. Siempre. A diferencia del sistema de Dinamarca, cuyo enfoque es la prevención de enfermedades y el impulso de campañas para llevar un estilo de vida saludable, el modelo mexicano se enfoca en curar antes que en prevenir.Y, rebasado como está, 10 de cada 10 derechohabientes prefieren romper la cadena del ahorro para atenderse en lo privado antes que acudir al IMSS. El problema es que no todos pueden darse el lujo de hacerlo. Y si el Presidente se atreviera a salir de la burbuja de protección en la que lo mantienen, él mismo podría atestiguarlo e indignarse como cada mexicano que es recibido con muecas en la cara.Así como se miente con el discurso de que el país ha sido pacificado, que el Tren Maya no destruye el sistema de cenotes y cuevas en Quintana Roo o que el país alcanzará la autosuficiencia en combustibles antes de que se haga el cambio en la banda presidencial, la muy sonada declaración de que México tendrá un sistema de salud mejor que el de Dinamarca, es falsa a todas luces. Con Obrador a cargo, el IMSS sigue sin medicamentos para todos, hospitales abarrotados, pacientes durmiendo en el suelo, desigualdad en la atención, financiamiento insuficiente, núcleos médicos marginados (sobre todo en zonas rurales), tiempos de espera inhumanos, falta de personal médico y burocracia de muerte. Un sistema que, declaraciones aparte, cobra vidas porque no llega por igual a todos.Sin rodeos, el IMSS danés no existe y los graves problemas estructurales por los que atraviesa no advierten que la situación se revierta, incluso en el mediano plazo. Seis años después, la Cuarta Transformación no alcanzó a tocar a la puerta de ningún hospital maravilla del seguro social.Y tampoco lo hará. La ratificación de Zoé Robledo al frente del Instituto sostiene ese triste cimiento de realidad.isaac.deloza@informador.com.mx