La polarización política actual divide a quienes abogan por una intervención mínima del Estado, confiando en el mercado para generar crecimiento, de aquellos que sostienen que el Estado debe desempeñar un rol activo en la creación de riqueza y reducción de la desigualdad. Este debate, presente tanto en la teoría económica como en la política práctica, enfrenta a defensores del libre mercado y keynesianos, conservadores y progresistas.En México, esta polarización adquiere un matiz particular, pues el Estado ha jugado un papel central en la economía. Incluso durante la liberalización económica, las intervenciones estatales fueron decisivas mediante la regulación, la propiedad de empresas estratégicas y los programas sociales. Aun el neoliberalismo nunca abandonó completamente el control estatal en sectores clave.El Gobierno de Claudia Sheinbaum ha adoptado el concepto de “prosperidad compartida”, que implica una intervención estatal considerable, alineada con las ideas de economistas progresistas como Mariana Mazzucato. Su obra, El Estado Emprendedor, ha ganado relevancia tras su reciente reunión con la presidenta de México. Esta visión sugiere que el Estado no solo debe regular, sino también asumir riesgos en sectores estratégicos como energía, infraestructura y tecnologías emergentes para impulsar la innovación y la competitividad.Lo que distingue este enfoque es la idea de que el Estado, en lugar de solo administrar monopolios, debe someterse a las reglas del mercado: competencia e innovación. Esta perspectiva se aleja de los modelos socialistas tradicionales, proponiendo un Estado que no solo posee, sino que también emprende. Como afirma Mazzucato: “El Estado ha sido, en muchas ocasiones, el principal motor de la innovación, asumiendo riesgos que el sector privado no estaba dispuesto a enfrentar” (El Estado Emprendedor, 2013).Ejemplos clave de este tipo de intervención estatal incluyen avances tecnológicos globales como el GPS, las pantallas táctiles y la batería de ion de litio, financiados por el Estado estadounidense, que más tarde permitieron productos como el iPhone. En Alemania, el programa *Energiewende* ha liderado la transición hacia energías limpias, creando nuevos mercados. En la industria farmacéutica, la inversión estatal fue crucial en innovaciones como los medicamentos para el VIH/SIDA y el cáncer.México enfrenta el desafío de diseñar una estrategia similar, donde la acción estatal promueva la innovación, creando nuevos mercados que distribuyan mejor los beneficios del crecimiento. Marcelo Ebrard subraya: “México tiene el potencial para liderar en áreas estratégicas como las energías renovables y la inteligencia artificial, pero el Estado debe ser un socio en la creación de riqueza, no solo un regulador”. Este enfoque refuerza la necesidad de que el Estado asuma riesgos para impulsar sectores clave que definirán el futuro económico del país.Los primeros pasos de la administración de Sheinbaum sugieren que este enfoque podría materializarse, favoreciendo la inversión público-privada en sectores estratégicos. La presencia de las ideas de Mazzucato en el círculo de toma de decisiones es una señal alentadora de que México podría estar encaminándose hacia una estrategia económica más audaz y moderna, equilibrando crecimiento con justicia social y prosperidad.luisernestosalomon@gmail.com