Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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Ejército y corrupción: la duda mata

Por: Diego Petersen

Ejército y corrupción: la duda mata

Ejército y corrupción: la duda mata

Pues nada, que el Ejército, ese en quien el Presidente ha descansado la parte fundamental de su lucha contra la corrupción también es corrupto. El general en retiro Salvador Cienfuegos, acusado en Nueva York por narcotráfico, no es el primer general señalado por proteger al crimen organizado, y seguramente tampoco será el último. La novedad en todo caso es que esta noticia se da en medio de la mayor militarización de las actividades gubernamentales desde que los mandos castrenses dejaron el poder en este país, allá en 1952.

Tiene razón el Presidente, no se puede juzgar a todo el Ejército, decir que todas las Fuerzas Armadas son corruptas, por la presunta corrupción de un mando, como tampoco se puede decir que todos los fideicomisos eran corruptos porque en alguno hubo corrupción, ni que todas las estancias infantiles eran corruptas porque en alguna hubo falsas inscripciones, ni que toda la industria farmacéutica es corrupta porque en algunos casos se vendió a sobreprecio. La presunción de inocencia no es, o no debe ser, un obsequioso decreto presidencial sino un derecho de todo mexicano.

El Ejército no es más o menos corrupto que el resto de las instituciones gubernamentales, particularmente las de seguridad. Hace apenas siete meses hablábamos aquí (Corrupción Verde Olivo, El Informador, Tres Patadas del 26 de febrero 2020) de los contratos sin licitación y del uso de empresas fantasma por parte del Ejército en la construcción del aeropuerto de Santa Lucía y en otros espacios, un año antes (El Ejército, comer de la mano del Presidente, El País, 19 de febrero 2019) del riesgo de corrupción que implica para las Fuerzas Armadas el manejo de tantos proyectos sin que existan los mecanismos de vigilancia y contrapesos suficientes y necesarios.

La corrupción no se combate con discursos, peroratas moralistas o convicciones sino con esquemas institucionales de vigilancia, contrapesos y participación social efectiva.

La corrupción no es un problema de uniformes, lealtades, disciplina o falta de ella. Donde exista presupuesto público y poder la corrupción surgirá como el hongo en la humedad. La corrupción no se combate con discursos, peroratas moralistas o convicciones sino con esquemas institucionales de vigilancia, contrapesos y participación social efectiva. Dicho de otra manera, no es desde las mañaneras, ni desde la Secretaría de la Función Pública ni dando la seguridad y las obras públicas al Ejército como vamos a acabar con la corrupción, sino con transparencia, vigilancia ciudadana y un efectivo Estado de Derecho.

El golpe al general Salvador Cienfuegos si bien abona al discurso de corrupción del pasado, la verdad es que es sólo una gota más en el mar de podredumbre conocida, sospechada e imaginada. El problema de fondo es que abolla la credibilidad del Ejército mexicano y cimbra la estrategia de militarización de la vida pública del presidente López Obrador. ¿Podemos confiar la seguridad pública a una institución que hace apenas dos años estaba involucrada hasta el tope con el crimen organizado? ¿Hasta dónde permeó la corrupción? ¿Qué certeza tenemos de que los mandos actuales no son o fueron parte de ello? ¿Brincarán más nombres durante el juicio? La duda mata.

diego.petersen@informador.com.mx
 

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