Amado Nervo: El jueves pasado se conmemoraron los 150 años del nacimiento, el 27 de agosto de 1870, en Tepic, Jalisco, de uno de nuestros máximos poetas y también gran narrador, ensayista y periodista. El veleidoso desdén de la ortodoxia oficial en las décadas entre su muerte en 1919 y los finales del siglo XX nada pudo contra su incontestable popularidad, ni a fin de cuentas frente a su extraordinaria calidad poética, y más bien obligó a cantar la palinodia a los más honestos de sus antes detractores. Desde principios del siglo su fama se extendió por todo el orbe hispanoamericano, en ambas orillas del Atlántico, y tras la muerte de su amigo Rubén Darío, en 1916, se le consideró “el mejor poeta de la lengua”. A raíz del deceso de Nervo, destacaba López Velarde “su magia”, su increíble capacidad de cantar en todos los registros de la poesía: “Jugó los bastos asirios, las copas de Pompeya, las espadas vigilantes del Santo Sepulcro y los oros gandules”. Y remataba: “lo honramos por justicia”.*Guillermo Sheridan. ¡Larga vida (y copiosa producción) a Guillermo Sheridan en sus 70 años! Uno de los mejores ensayistas de México, y sin duda el más importante historiador de las grandes figuras de las letras mexicanas contemporáneas, cumplió siete décadas también el jueves 27 de agosto. Sigue resultando incomprensible (y dolorosa por injusta y absurda) la ausencia en El Colegio Nacional de quien ha escrito más y mejor que nadie acerca del grupo de los Contemporáneos y la poesía moderna, quien es la mayor autoridad acerca de la obra de López Velarde, Tablada, Gorostiza, Cuesta, Owen, Huerta, Paz… Excelente cronista, Sheridan es, por su humor (bien escaso en este país) hermano gemelo del legendario Ibargüengoitia. Sus artículos de los martes en El Universal son un bálsamo de risa inteligente (e imbatible) ante las imbecilidades del presente.*François Mauriac. El martes 1º de septiembre se cumplirá el medio siglo de la muerte de François Mauriac, uno de los mayores y más prolíficos escritores del siglo XX, miembro de la Academia Francesa desde 1933 y Premio Nobel (de los merecidos) en 1952. Fue un polígrafo incansable (no dejó género por practicar) y uno de los grandes de la novela en cualquier lengua; sus libros se dejan aún leer y releer, y valen la pena.Para marcar la efeméride, se ha vuelto a publicar su enorme Bloc-notes (en la colección Bouquins de la editorial Robert-Laffont), que es la recopilación de sus artículos entre 1952 y 1970 y que a la fecha se mantiene, sin arruga alguna, como la gran obra literaria y periodística que es. Si bien hoy en día los escritores parecen mucho menos enfocados en la actualidad inmediata de lo que estuvieron siempre Mauriac, Sartre o Camus, como decía éste, nada los obligaba a interesarse por ella, pero no dejaba de ser “un deber de justicia”. El Mauriac cronista, que cada semana abordaba el tema que se le antojaba, ya fuera sobre la farándula o sobre los problemas en Argelia, conserva toda su elocuencia, su gran estilo y la acuidad de su mirada.