No me gusta que los políticos hagan campaña con su familia. Por una razón, elemental pero que a menudo se olvida: luego a ellos, a los políticos, les disgusta, y mucho, que los periodistas indaguen sobre esas personas, sacadas del terreno de lo privado ni más ni menos por quienes terminarán enfadados por el escrutinio.Antes de que en nuestro país hubiera competencia electoral, la familia del candidato oficial era prueba viva de una más de sus incontables virtudes.La televisión encontraba en la prole del susodicho un halo de perfección digno de cuento de hadas. Los chiquillos, cuando lo eran, lucían hermosos, inteligentes, bien portados. Los jóvenes, cuando lo eran, centrados, buenos mozos, aplicados en el estudio y poseedores de una conciencia social que haría parecer a Chomsky como un mirrey.Remataba el cuadro, por supuesto, la destinada a ser primera dama: mujer modelo de discreción, mesura, bondad, simpatía y refinamiento. Una gran esposa para un gran candidato, una madre ejemplar, qué gran señora de su casa. El retrato era tan idílico como incuestionable.En las cinco semanas que lleva la aún sin cuajar candidatura de José Antonio Meade, la esposa del precandidato priista ha sido utilizada como ardid publicitario, valor agregado de la oferta política de su esposo. Véanla, es tan normal que va de última hora al súper, dijeron en twitter.No pongo en duda que Juana Cuevas es una persona preparada y con virtudes. Y que el apoyo que ha decidido dar en público a su esposo se antoja legítimo y, en cierta medida, espontáneo.Pero al momento en que la metieron al juego electoral, que a nadie extrañe que el calor de la batalla pueda alcanzarle. Esa es la puerta que abrieron los estrategas (es un decir) priistas que decidieron echar al ruedo a Juana.Y las masas se interesarán en la recién llegada. Juana, cuánto dinero tiene; de qué vive su familia; qué piensa de la casa blanca (la de Trump no, la de la otra señora), y qué piensa de la otra señora; qué piensa de que su marido no haya querido tomarse una foto con la bandera LGBT, qué piensa de que adopten las parejas homosexuales; por qué no fue al súper su marido, o sea, ¿él sí es el señor de la casa? ¿Tan años cincuenta son ustedes? ¿Ese es el modelo de familia que proponen para México? ¿O cuál es? Qué piensa de que su marido es honesto pero tiene fotos y fotos, a carcajadas y en abrazos, con Borge, o con los Duarte… ¿Por qué si su esposo es tan listo, Juana, sería que no dijo nada de tanta cosa rara de gobiernos estatales o de los más de mil millones dados por la SRE de Meade a Josefina? ¿Le gustaría que El Universal sacara los datos de los negocios y propiedades de todos sus concuños, Juana?No serán preguntas mala leche, sino válidas cuando de figuras públicas se trata.Y ocurre lo mismo con la esposa que escribe y canta, o con la que se fue a vivir a Atlanta. En propaganda rumbo a la presidencia sus maridos las pusieron en la palestra. Sin duda las tres tienen una historia propia, una digna de contarse en primera persona, pero en los spots les dieron papeles de reparto: son la mujer de… Un segundo plano que, sin embargo, las expondrá a todo tipo de cuestionamientos. A ellas y a sus familias. Solo conste que fue de sus maridos, y de ellas, la responsabilidad de esa exposición, no de la prensa.