“Se le salió de las manos la delincuencia, a él”, dijo resignada y con lágrimas en los ojos Claudia Nelly Hernández, madre de Dante Emiliano, el pequeño de 11 años de edad, quien falleció la semana pasada de un disparo cuando ambos fueron atacados por delincuentes en las calles de Tabasco. Claudia, del mismo nombre que la candidata del oficialismo a la presidencia, culpaba a López Obrador de la violencia que se ha desatado en el país y como su hijo pasó a convertirse en parte de la estadística de los 188 mil asesinatos violentos en este sexenio. La respuesta desde la mañanera sobre el caso fue evasiva y a su estilo, “Como estamos en temporada electoral, los corruptos magnifican todo lo de la violencia”.En enero pasado un informe del Wilson Center hacía referencia a la inseguridad y señalaba la culpabilidad del inquilino de Palacio de las alarmantes hechos de violencia: “Quizá aún más preocupante, es que a pesar de que las estadísticas indican tendencias de una situación en declive en México, López Obrador niega la realidad de la situación, eliminando una situación de diálogo abierto y honesto que podría haber resultado en mejores políticas de seguridad en lugar de un país militarizado y una consigna demagoga”.Muy frecuentemente desde el norte de nuestra frontera han venido recomendaciones de atender o combatir “de otra manera” -no “con abrazos, no balazos”- a la delincuencia organizada, pero la respuesta de AMLO ha sido “No vamos a actuar como policías de ningún gobierno extranjero. México primero. Nuestro hogar es primero”, ignorando las voces que hablan de la gravedad de la situación.En la antesala de la elección que definirá si continuamos o se corrige el rumbo que llevamos y que con ello surja la esperanza de que los protocolos de seguridad cambien, llama la atención -a pesar de la gravedad que representa la violencia y la intranquilidad que provoca en la sociedad- lo que las encuestas de popularidad presidencial nos revelan.Aunque la aprobación de López Obrador supera el 50 por ciento -54.3 por ciento, según el Tracking Poll de El Economista y la encuesta Mitofsky-, sin embargo hay que hacer notar que este “reconocimiento” popular es uno de los más bajos del sexenio. Solo hay que ver con lupa los números de las mismas estadísticas y nos daremos cuenta de que entre marzo y junio de 2020, la aprobación presidencial rondaba en los mismos niveles que los actuales y es el bache más bajo de todo el sexenio. Esto se traduce que el presidente llega a la elección, si muy popular, pero significativamente con una aprobación que no le favorece comparado con el resto de su administración, lo que sin lugar a dudas es una debilidad y riesgo de que su proyecto pueda continuar después de la jornada electoral del próximo domingo.¿Usted, qué opina? Daniel Rodríguezdaniel.rodriguez@dbhub.net